10 nov '04
Carta a un cantor con cáncer
Por Eloy Jaúregui
Un carcinoma en la vejiga lo está matando. Sus más de 500 canciones quedarán mas no su tristeza porque Joan Manuel Serrat es de los inmortales.
"Me iré despacio un amanecer que el sol vendrá a buscarme temprano.
Me iré desnudo, como llegué.
Lo que me diste cabe en mi mano."
[Cuando me vaya. Joan Manuel Serrat]
Primera. De los amores.
Lima, 4 de noviembre del 2004. Estimado Joan Manuel. Supongo que ahora ve sus minutos como goteras en invierno. Yo le cuento que los de aquí, ahí, pasándola, maestro. Y usted con aquello que se nos va a morir. No friegue, Serrat, que los inmortales no tienen panteón. Y ahora nos viene usted con aquello que padece de un carcinoma en la vejiga -cáncer que le dicen-, que el tratamiento falló y que lo operan en unos días. Y hoy, querido Joan Manuel, acabada de culminar su gira "Serrat sinfónico", allá en Gerona y que está a dieta, y falto de peso pero que anímicamente se encuentra bien, y que lo más importante no es lo que te ocurre, sino cómo enfrentarse a ello.
Yo le cuento, mi amigo, que aquí en Lima el Tercer Juzgado de Paz Letrado ha ordenado el archivamiento definitivo de la denuncia en contra de Alan García por la "patadita" en el culo al ciudadano Jesús Lora; que el congresista oficialista Jorge Mufarech -ese matón del Hospital del Niño- no termina de amenazar a quienes lo investigan; que al Gordo González lo atacó la gota por estar con la otra; que sus socios, los apristas, ahora quieren interpelar al premier Ferrero porque hasta hoy no puede demostrar cómo diablos compró su añoso Dodge; que el oligofrénico de Polo Campos quiere ser presidente; que según Proética, la corrupción habita inmisericorde en el ADN del peruano y que Vargas Llosa prepara un ensayo sobre Los miserables en homenaje a la banda de Fujimori.
Don Serrat, no me dejará mentir que nosotros nos conocemos desde aquella vez que usted se presentó en 1971 en el cine Diamante de la Av. Brasil. Venía pelucón desde su Barcelona con su camisa negra y nos jodió el alma con su tema "Amigo mío", que decía, entre otras coplas, cosas como: "Amigo mío que, desde que el tiempo fue tiempo, vas sembrando guijarros, por donde es plomo el sol, y es tan espeso el polvo, del camino, que embarra el canto/. Si al ir manso a doblar, un recodo hacia el mar, vieses los ojos de esa muchacha, detén tus aguas y, pregúntale si se acuerda de mí/. Si la ves en primavera, corre con ella, por los trigales, arrancando amapolas, avena y grama, para adornar el jarrón que hay junto a su cama." Cierto, esa noche, con la canalla del colegio, lo nombramos nuestro cómplice y brigadier.
Segunda. De los Rencores.
Y ahora, también, entrañable Joan Manuel, recuerdo que aquella vez en los ochenta, yo ya de periodista, usted de cantautor maduro, lo entrevisté en el hotel Crillón. Y qué cosas no nos contamos. Y qué cosas no confesó. Y no es que uno ahora sea bombero porque antes fue dinamitero, resulta que se nos cayó el muro y se vino el Fukuyama ese y Bush -a quien usted detesta- está de moda. ¡Qué joda! [1]. Y habla de su lengua, ese catalán de asombros y refulgencias, y lo del el affaire de Eurovisión, y su rabia por el franquismo, y usted era un apestado en esa España doliente y no en esta que parece creada por Bill Gates jamás Aznar.
Y entre vinos y cigarrillos que hablo que la patria de uno es esa donde la madre le dio de mamar. Y que sólo tres cosas valen en este paso por la vida. La amistad, la ternura por los semejantes y el amor incontinente por todas las mujeres. Que la familia era el émbolo para la creación poética, que los padres y hermanos esos seres dichosos que la vida nos entregó para musicalizarlos con nuestros afectos y que más ladrón era un dueño de un banco que un asaltante del mismo.
Y yo le conté, mi amigo Serrat, que cierta vez mi padre me dijo que desconfiara de los que no beben y aquellos que se tiñen el pelo. Y usted se cagó de risa porque el viejo suyo le había dicho lo mismo. Y ahora, mi querido rapsoda, que ya cumplió los 61 años, su pellejo ha visto a su España transformado en otras muchas Españas -aquellas que adivino César Vallejo- y que esa metamorfosis ha servido para revitalizar su canto y lo contado, que ninguno como usted para testigo excepcional. Todo un cronista de las inquietudes y deseos de tantas generaciones, de tantos romances, de tantos ríos de quereres.
Si acaso alguien lo denominó el último de los grandes trovadores del milenio, cierto, no se equivoca: es que en usted hace de la memoria el alimento de su poética, de los tipos humanos su hemoglobina, del paisaje sólo el amor, del deseo el tacto de su melodía, de los lugares de la política, el compromiso con la vida, y de los viajes, la visa para la muerte. Le repito Serrat, usted que muchos de nosotros fue humilde de bolsillo, allá en el Poble Sec y que la dureza de la posguerra y la necesidad de salir adelante no los dejaba dormir, tiene los capachos bien remachados para darnos todos los días lecciones de decencia. Esa generosidad que no se compra en Saga, ese cariño que nos hace infantes invencibles contra la infamia [2].
Tercera. De los recuerdos.
Y dígame Serrat si acaso ese cangrejo que le ajusta las tripas no es injusto con un artista valiente que en los fastos del honor no se enfrentó a la mediocridad y las mafias y a los canallas. Y dígame Serrat si alguna vez usted usó pistola o metralleta para hacerse respetar por los jijunas. Jamás. Al contrario, apenas su guitarra y apenas su voz. Ahí están sus discos que uno oye esas veces que se queda solo y se siente desdichado y sin salidas. Ahí su música Serrat, como el antídoto para el dolor del alma y las arrugas en los testes.
Entonces pues Joan Manuel, no haga que me ponga triste y que lo agarro a dúo con usted para entonar "Donde quiere que estés" [3] que es el himno de los amores que se fueron, de esa que ya no regresará, de ella que se aburrió de uno y que tiene su escritura en el olvido. Qué Mario Benedetti lo inspiraba sí, y Hernández y Machado y Federico Lorca, pero es su mirada a grito pelado que lo hace único porque ahí está la visión de ese justo corazón que hoy no logra entender porque a la gente buena le viene la mala. Y a los honrados le toca la peor. Y ahí están sus grabaciones últimas en "Cansiones" y el memorable "Versos en la boca" y ese final de "Serrat Sinfónico" Como aquel concierto del último 20 de mayo en la Universidad Católica donde Joan Manuel, a usted los acompañó la Orquesta Sinfónica Nacional y todos quedamos patitiesos con tanta belleza y tantos afectos.
Porque esa noche regresó "Balada de otoño" y "Penélope" y el "Herido de amor", carajo, ese puñado de su repertorio de sus más 500 canciones que hasta el cierre de esta edición, sus Biógrafos no pueden clasificar. Mi querido Serrat, le juro, fue un gustazo haberme enamorado miles de veces con el pretexto de sus temas y/o poemas. Pero este seguro que a usted no le pasara lo que decía ese viejo son cubano que cantaba también con registro inmortal el recién muerto, don Celio Gonzáles: De tantos amigos míos/ ninguno ha venido a verme / por eso doy la razón / que esa llamada verdad/ cuando está en condición/ tiene amigos a granel / pero si el destino cruel/ hacía al abismo nos guía/ verás que todo es mentira / y que no hay amigo fiel/ vida mía.
Y me despido Joan Manuel. Yo sé que anda deprimido y lo entiendo. Yo sé que de pronto no me lee porque todo le llega ahí donde usted sabe. Sólo quiero agregar que cuando nos enteramos de su mal, de a poco, todos sus amigos nos fuimos muriendo. Un sol, no obstante, hay al otro lado de la esperanza. Dios y su música y su sonrisa ya habitan en la eternidad. Eso basta. Hasta siempre poeta. Buen viaje.
Perú 21, 10 de noviembre de 2004
RECUERDOS de Joan Manuel Serrat
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