viernes, 22 de abril de 2011


ENTRE LAS DUDAS Y LAS PRUEBAS

viernes 22 de abril de 2011

Blog de Gonzalo Gamio

Escribe Gonzalo Gamio Gehri



La frase de Steven Levitsky en torno al terrible dilema que plantea la segunda vuelta ha dado en el clavo. Sobre Humala tenemos dudas; en torno a Keiko, pruebas. Las declaraciones de Martha Chávez en las que desliza amenazas contra César San Martín y en las que señala que los familiares de las víctimas de La Cantuta básicamente no tendrían de qué quejarse (así como las inaceptables alusiones de Keiko Fujimori al corrupto régimen de su padre como el “mejor de la historia”, que ha contestado muy bien la revista Caretas) muestran claramente que el fujimorismo no sólo no ha cambiado ni está dispuesto a formular autocrítica alguna, sino que mantiene su actitud cínica y autoritaria frente a los derechos humanos y a la autonomía de los poderes. Ante la ausencia de condiciones y de trayectoria de la candidata de Fuerza 2011, habría que temer que las líneas de la administración del Estado se decidan en la DIROES (¿O quizá en la Base Naval?). Lo que sorprende es que buena parte de nuestra “clase política” y de la dirección de la empresa privada y los medios de comunicación estén dispuestos a hacerse de la vista gorda frente a esta situación. Le temen más a las dudas que a las certezas. Mucha gente de estos sectores estaría dispuesta a sacrificar de buena gana la dignidad nacional entregando el Estado a la cúpula mafiosa que otrora lo saqueó en nombre de la presunta perspectiva de la “estabilidad económica”. La defensa de la ortodoxia del mercado pesaría más – ante sus ojos - que los principios de la ética pública y el respeto de los derechos fundamentales.

El despido de dos periodistas de Canal N para hacer posible que la línea editorial de este medio apoye el retorno del fujimorismo (en convergencia con el punto de vista conservador que ha logrado imponer poco a poco la nueva administración de El Comercio) va en esta dirección. Ya IPYS se ha pronunciado negativamente sobre esta decisión que atenta contra la libertad del trabajo periodístico. Este hecho constituye una vergüenza, máxime si recordamos el importante compromiso asumido por el Canal N con la defensa de la democracia, pues fue el primer medio en cubrir las marchas ciudadanas contra el régimen autoritario de la dupla Fujimori - Montesinos y en publicar el vídeo Kouri – Montesinos.

Las declaraciones de Mario Vargas Llosa en torno a su decisión de votar por Ollanta Humala ha generado duras y extrañas reacciones. Su hija Morgana ha denunciado ser víctima de amenazas (¿Provenientes de qué sector político? ¿Del mismo grupo, acaso, que atentó contra el monumento El ojo que llora?). Ha recibido innumerables y poco sutiles críticas de parte de políticos, empresarios y periodistas cada vez más próximos al fujimorismo, como José Barba Caballero, Julio Favre o Aldo Mariátegui. Por su parte, Delgado Aparicio ha escrito un artículo deplorable, cargado de mala intención y calificaciones, contra la persona de Vargas Llosa. Trelles, más astuto y relativamente más cauto, ha acusado de intolerancia al escritor; curiosamente, el nuevo vocero del fujimorismo ha indicado que un eventual triunfo de Humala pondría en serio peligro las libertades de prensa y de expresión, cuando el régimen de Fujimori compró conciencias y líneas editoriales de diversos medios de comunicación, y persiguió al periodismo independiente, como ha sido demostrado. Los fujimoristas apuestan porque los ciudadanos no hagamos memoria sobre lo que vivimos hace algunos años.

Los crímenes perpetrados desde y en el fujimorato están exhaustivamente documentados. Alberto Fujimori ha sido condenado por homicida y su condena ha sido ratificada. El entorno de la candidatura de su hija es el mismo que rodeó a quienes detentaron el poder en los noventa ¿Podemos cerrar los ojos ante esa realidad? ¿Podemos poner entre paréntesis los principios y valores que ese régimen pisoteó, en nombre de una hipotética ‘eficacia’ en el manejo futuro de la economía? Son preguntas que no debemos evitar formularnos cuando meditemos en torno a cómo votar.

jueves, 21 de abril de 2011


"Ignorantes": interesante debate sobre la realidad económica de la mayoría de peruanos

21.4.2011

Fuente Blog Puente Aéreo 

Escribe Gustavo Faverón


La realidad, las estadísticas, el Perú de los pobres

Una pregunta clave en la situación política actual es: ¿hasta cuándo pensamos los peruanos utilizar ciertas cifras macroeconómicas como justificación para seguir conviviendo con (o dando la espalda a) la evidente pobreza del país?

El Perú crece sostenidamente desde los tiempos del primer fujimorismo, sobrepasando el 6% anual en promedio durante toda la década pasada, con picos como el 9% del año 2010, y triplicó su Producto Bruto Interno entre el inicio de la década y el final.

Hay diversas maneras en que un país puede hacer eso: una es la diversificación industrial, mejoras en las condiciones laborales que generen un mercado de trabajo estable y una especialización obrera que marche a la par con la aspiración de la versatilidad de las industrias.

Otra es mantener la mano de obra en niveles paupérrimos, dentro de un mercado laboral inestable, sin reglas claras, mayoritariamente informal, sin sombra de estabilidad, para que la producción interna sea barata y así la clase empresarial pueda construir, sobre esa base, su capacidad de exportar a precios módicos, o, como suelen decir, a precios "competitivos".

Esta segunda variante, que es la peruana, es enteramente incapaz de conseguir una industrialización real, porque tiene que reducirse a labores primarias, a la extracción minera o al cultivo agrario (un tercio del trabajo en el Perú), sin añadidos, sin otro fin que la exportación de materias primas y uno que otro producto de fácil factura.

¿Qué hace el modelo económico peruano para pensar en el futuro (quiero decir con esto: pensar en un futuro distinto, en el que la gran mayoría de los peruanos dejen de ser obreros precarios o permanentes cachueleros, perpetuos desempleados o pasajeros subempleados, para que la industria nacional se diversifique y crezca, y la masa laboral salga del estancamiento)?

La respuesta es, básicamente, nada: nuestros sucesivos gobiernos han decidido la inacción absoluta en favor del mantenimiento de las cifras macroeconómicas. En lugar de enfrentar la pobreza activamente, se ha optado por declarar, desde la total inmovilidad, que el crecimiento de la economía, por sí solo, aliviará la pobreza, la reducirá y eventualmente la eliminará. Lo que no se dice es cuándo.

El economista chileno Roberto Pizarro, ex decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, ex ministro de Planificación de su país, calcula que, al ritmo de crecimiento que lleva el Perú desde hace una década, la pobreza peruana sólo será reducida de manera significativa (de la única manera significativa en que cabe pensar, es decir, hasta volverla minúscula y marginal, insignificante) en un plazo de 80 años, empezando a contar desde ahora, sin que se baje nunca del 5% anual de crecimiento. Que alguien me dé un ejemplo en todo el mundo de un país que haya mantenido ese ritmo partiendo del subdesarrollo: no existe. Es decir, esos 80 años no son sólo un plazo larguísimo; son un plazo imaginario, un engaño.

Eso no es un cálculo puramente basado en porcentajes y en el PBI: Pizarro considera además, por ejemplo, un hecho mucho más relevante que la tasa de crecimiento: el dato escalofriante de que el Perú invierte anualmente en ciencia y tecnología el 0.2% de su presupuesto anual (que probablemente alcanza apenas para cubrir las planillas y la operación mínima de los implicados). El Estado peruano, no importa detrás de cuál de sus máscaras temporales, ha elegido que el Perú sea para siempre un país sin inteligencia propia, un extractor y un vendedor nunca capaz de crecer en otras direcciones, de desarrollarse, de luchar realmente contra el mantenimiento de su status quo.

El punto central es este: no importa cuántas veces la derecha peruana sostenga que la marcha del crecimiento económico va a solucionar por sí misma la pobreza; en realidad, la riqueza que se genera en el Perú no tiene ninguna vía de distribución hacia manos que no la poseyeran desde un principio, y, mucho peor aun: todo el modelo peruano se construye bajo el supuesto (silenciado, jamás confesado) de que siempre habrá pobres dispuestos a trabajar por nada para que los precios de nuestros productos sean eternamente "competitivos".

Un ejemplo tosco: imaginen un hogar de la clase alta limeña, en la que los dueños de casa ven duplicados o triplicados en unos años sus ingresos, digamos, de doscientos cincuenta mil dólares anuales a medio millón o tres cuartos de millón de dólares, y entonces les dicen a su empleada doméstica, a su jardinero, a su chofer, que hay que celebrar porque las cosas van bien y que como resultado, no les bajarán el salario o, incluso, les aumentarán unos veinte dólares más al mes. Eso sí: nada de seguro social ni cosa parecida, porque entonces pueden irse buscando otra casa donde trabajar.

Aunque a los limeños de clase media y alta esto les resulte una revelación inverosímil o insoportable, hay que decirlo, a riesgo de herir sus frágiles susceptibilidades: no importa cuántos restaurantes nuevos haya en la avenida La Mar, ni cuántos empleados miraflorinos puedan comer en ellos una vez por semana, ni cuántas boutiques vendan carteras importadas, ni cuántos celulares pueda cargar uno en el bolsillo: eso no desaparece las multitudinarias casuchas de esteras a lo largo de casi toda la costa limeña, ni los pueblos sin agua ni luz en la sierra, ni las ciudades tugurizadas de la selva, ni los insalubres poblados provincianos de la costa norte, ni le da atención médica ni educación a los necesitados.

Un ejército multitudinario de trabajadores baratos, sin estabilidad, sin preparación, sin conocimiento añadido, con sueldos innegociables (la alternativa es el desempleo), le da a los industriales peruanos, a los seudo-empresarios peruanos, la tranquilidad de los bajos costos, pero cuando eso es la base fundamental del sistema, aparece la obligación de mantener esas condiciones estancadas: la prosperidad peruana no va a sacar a los pobres de la pobreza porque se edifica sobre esa pobreza, la necesita, no sabe operar sin ella.

Gallup acaba de presentar un mapa mundial de la prosperidad, o mejor, de la impresión de prosperidad, de la población en cada país del mundo. La idea es sencilla: las encuestas son extensas en cada país y las preguntas son simples: ¿cree usted que está prosperando económicamente en este momento?, ¿cree usted que prosperará económicamente en el futuro inmediato?

Perú, Bolivia y Ecuador ocupan los sitios más bajos en toda América, con, respectivamente, un 27%, 26% y 24% de encuestados que declaran estar prosperando o tener esperanzas de prosperar pronto. En el caso peruano un 9% declara estar "sufriendo" (en el lenguaje de la encuesta eso significa que su situación empeora) y el resto, un 64%, dice estar luchando por mantenerse en la misma situación, sin certeza de que eso pueda suceder.

Por supuesto, se pueden hacer estudios mucho más sensibles y detallados, pero no hay que descartar las cifras de Gallup. ¿Por qué hay una discrepancia tan grande entre el discurso oficial (del Estado y del Perú oficial) sobre las maravillas del crecimiento económico, por un lado, y, por otro, la sensación general de ese 73% de los peruanos que no cree que la prosperidad de las estadísticas se esté traduciendo o se pueda traducir en una mejoría para sus situaciones personales? ¿Es que no ven cuántas tiendas nuevas hay en los centros comerciales? ¿Es qué no ven cuántas casas nuevas hay en Asia? ¿Es que no ven qué bien le va a Gastón?

Bueno, quizás eso es. Es que no lo ven, no tienen acceso a ello, no saben de qué prosperidad les están hablando. O, como prefieren decir tantos limeños: seguramente "son ignorantes" y no comprenden.


6 comentarios:

Jorge Frisancho dijo...
Gustavo, bien, pero ese no es el "modelo peruano"; es, simplemente, el modelo. Así —en términos de la relación entre rentas del capital y valor del trabajo— todas las economías "en desarrollo", como la china y la india. Y esa es la situación cada vez más declarada en los centros "desarrollados" del capitalismo, donde la situación laboral de grandes sectores de la población es cada vez más inestable, cada vez más precaria, cada vez más temporal, cada vez menos"empoderada". Esa dinámica es global —de hecho, es parte consustancial de la globalización como proceso económico.
Anónimo dijo...
Estas son, a grosso modo, las cuatro posibilidades de Ollanta Humala: a.)Respeta la democracia y maneja mal la economía. (Es decir, a lo Allende). ES PROBABLE. b.)Respeta la democracia y maneja bien la economía (A lo Lula o Bachelet). ES POCO PROBABLE. c.) Se convierte en dictador y maneja mal la economía. (A lo Velasco o Chávez). ES PROBABLE. d.) Se convierte en dictador y maneja bien la economía (Humala no es admirador de Pinochet, precisamente). IMPOSIBLE. En verdad, el único antecedente de un gobierno socialista ha sido la dictadura de Velasco, quien contribuyó a estancar la economía del Perú por (¿20, 30 años?). Luego, Belaunde y García tomaron la posta, con los resultados que ya conocemos. En los 70's, Allende hacía lo mismo en Chile: destruir la economía de dicho país. Así pues, vemos que los socialistas/izquierdistas jamás han sabido administrar nada aquí en el Perú (los casos recientes de Brasil y Chile son distintos). Lo único que podría arreglar un poco la situación es lo que ocurre ahora: que funcionarios de Toledo se hayan pasado a trabajar con Humala. Algunos estúpidos hablan de oportunismo. Es al revés: esos técnicos de Perú Posible son quienes pueden moderar y traer sensatez a los desvaríos chavistas del plan de Humala. Por el momento, ese es un signo alentador. Ojalá siga así.
Anónimo dijo...
En el análisis que hace usted señor de la realidad peruana acusa sin mayor piedad a la clase arriba de la pirámide y en especial a los empresarios sin dejar de mencionar que el Estado tiene su cuota de responsabilidad al presupuestar sólo el 0,2% del presupuesto para avance tecnológico, una de las claves de nuestro lento ritmo de crecimiento. El mercado peruano es muy pequeño señor para que hayan empresarios peruanos dispuestos a correr con el costo de producir tecnologías propias, ergo marcas propias, que puedan expandir a otras latitudes sus productos y, por esta vía, crear más puestos de trabajo especializados. El Perú es uno de los países con menor inversión en tecnologías y eso se traduce en los bajos costos laborales. No olvidemos de que en realidad somos un país pobre desde siempre excepto por una década de crecimiento, no gracias a nuestras habilidades, sino al contexto mundial que requiere de mayores recursos de todo tipo, por lo que nos hemos beneficiado de comodities con precios altos. Los mayores recursos son solicitados por países que no son precisamente del primer mundo (en crisis) sino de aquellos que han confiado en la globalización y han adaptado sus economías a ésta con cambios de segunda o tercera generación en sus economías como debieron hacerlo los gobiernos a partir del 2000 y que ahora promete uno de los candidatos a la segunda vuelta.
gerardo cailloma dijo...
Una aguda visión de la burbuja que hemos vivido en los últimos años. No ha habido intento alguno por querer desarrollar algún tipo de industria en nuestro país, salvo que la se trató de impulsar (con muchos errores) en los años del primer gobierno de Belaunde y en la primera fase del gobierno militar (Velasco, en otras palabras). Obedecía a un plan Cepal para una industrialización básica (incluso autos, y la zona indicada para esto era la ciudad de Trujillo, para lo cual se iban habilitando los parques industriales y la cercanía de la siderúrgica de Chimbote)y que tenía por motor al creación de mercados internos de consumo a través de los pactos de integración (en este caso, el agonizante Pacto Andino). Esto cayó en el olvido y todo ese plan se desarticuló: recuerdo que cada país grande del Pacto, Chile, Venezuela, Perú y Colombia, estaban destinados a la fabricación de automóviles y autopartes de ciertas marcas; a Perú le tocó VW para los pequeños, Dodeg para los sedán; Toyota y Datsun para los demás tipos de autos y camiones, Volvo. Chile lo iba a hacer con Citroën, Colombia con GM y Venezuela con Ford. Se desmanteló el proyecto por nuestra "incapacidad" (países tercermundistas) y por intereses políticos. El problema fue (y se acentuó mucho más en el primer gobierno de AGP) fue la corrupción que se generó en el entorno. Esto engarzaba con la aparición de las grandes escuelas técnicas, tipo SENATI, que proveían material humano para la elaboración, ensamblaje y posterior creación (¿lo hubiéramos logrado?) de tecnología, meta que quiere lograr Brasil. Este proyecto queda como un fracaso y del cual no he oído hablar a técnicos, educadores y planificadores macropolíticos, sino a economistas liberales, comerciantes y políticos. Por la desacreditación de este proyecto y por la consciencia (o inconsciencia) colectiva, hemos aceptado nuestra incapacidad de ser un país manufacturero a ser un simple país extractor. Con ese eslogan "Cómprale al Perú" han tratado de reinvindicar algo nuestra psique colectiva de incapacidad. ¿Qué viene después? Mucho camino. No sólo mejorar la calidad de vida de millones de peruanos, sino de mejorar la visión que tenemos nosotros de país: es interesante tener la mejor papa del mundo, pero mucho mejor sería tener las curas de toda posible plaga o epidemia que surjan en el mundo de este tubérculo. Pregunta: ¿Cuánto se invierte en investigación en el Centro Mundial de la Papa que queda en Lima, no inversión que venga de fuera, sino la estatal o privada - hay muchas empresas que aprovechan esta imagen y no colaboran en nada-? Somos un país extractor; cuando se acabe eso, ¿qué nos pasará? ¿se repetirá la triste historia de la bonanza del guano que fue reemplazado y las pingües ganancias regresaron a su origen, esto es, a la mierda? Pero el desarrollo macroeconómico de esa época fue "fantástico" y Lima vio creer palacetes por todo lado. La historia enseña. De vez en cuando vale la pena regresar a ella para aprender. otra observación, los cursos de historia son reemplazados por los de cómputo. Interesante, ¿no?
Anónimo dijo...
Por favor!! si MVLL no hubiera hecho el llamado para votar por Humala sino por Keiko estarias hablando lo mismo? Y no es posible que solo en estas etapas electorales te acuerdes de los "pobres". Tanta hipocrecia. Cuidado que tus amigos escritores y lectores todos los cuales deben ser subcriptores de El Comercio se van ha molestar y ya no te compraran tu proxima novela ni te invitara a sus reuniones...
El Cordero Estepario dijo...
Señor Faverón, cae usted en los tópicos más grandes entre los que cuenta la artillería socialistoide. ¿cree usted que un producto será "competitivo", en el primer mundo, con trabajadores pauperizados y sin estándares de calidad???? ¿cifras imposibles de alcanzar? ¿que cuál país ha mantenido el crecimiento? y dígame usted: ¿qué país, con estructura socialista, SÍ ha salido del subdesarrollo??? La analogía de la patrona y la empleada (permítame) es muy patética!! (usted lo llamó "tosco") comparar los bienes de uno y otro, resulta siempre caprichoso. Lo que debe comparar señor, es cómo vivían esa gente en sus cerros en los 80 y cómo viven ahora. Yo lo sé, he visto, como usted dice, gente viviendo en esteras, y ahora siguen viviendo en el cerro, pero en casa de material noble. y los celulares y artilugios electrónicos lo tienen hasta gente muy pobre. Y no estoy cayendo en la inocencia de decir, que con un celular la gente es más feliz. sólo que hoy es más accesible. siempre habrá cosas de qué quejarse. Por supuesto que hay gente que mejora, y son muchos mas allá de los gastón, y los de Asia, mi vecino que logró comprarse un carro por ejemplo, con mucho esfuerzo y sin la ayuda del estado, que es así como siempre se progresa. Pero eso no sale en prensa, a nadie le interesa. Es un horror decir que la prosperidad peruana, no "saca de la pobreza" porque es su base (pensé que leía a Rodolfo Ybarra) y ¿quién los va a sacar, entonces? ¿Robin Hood? ¿cómo el estado puede sacar de pobre a alguien? ¿como puede "diversificar" las industrias? ¿creándolas, poseyéndolas? ¿el estado generando inteligencia? Lo importante no es el "cuando" sino el "CÓMO" PD: Para su tranquilidad, no soy fujimorista, y estoy de acuerdo que la mayoría de ellos son gente impresentable que defendieron una corrupción monstruosa.

martes, 19 de abril de 2011


Los Fujimori

19.4.11


Fuente Puente Aéreo

¿Un país gobernado desde la cárcel?


La mayor dificultad que enfrenta uno al escribir sobre Keiko Fujimori como candidata presidencial radica en la ostentosa vacuidad del personaje, lo hueco de su discurso, lo bochornosamente superficiales que son cada una de sus frases.

En algún momento, uno deja de preguntarse cómo una persona tan anodina puede estar tan cerca de la presidencia de un país y empieza a preguntarse cómo hacen los ciudadanos de ese país para aguantar la risa ante lo ridículo de la situación. Luego, claro, uno entra en cordura y recuerda que nada de esto es digno de risa.

Keiko Fujimori, por un lado, representa al colectivo más dañino que haya alcanzado el control político del Perú en toda su historia, el más corrupto, el que más profundamente banalizó los problemas del país para usarlos como tapadera del largo delito que fueron los once años del gobierno fujimorista.

Por otra parte, el fujimorismo en sí es el síntoma y la vía de escape de zonas de la sociedad que prefieren tres cosas: pefrieren el patronazgo antes que el abandono (desde la perspectiva de los más pobres); prefieren el clientelaje a la imaginación productiva (desde la perspectiva de quienes quieren medrar sin obligaciones); prefieren la paz brutal de las armas a la difícil paz de las leyes (éstos los hay en cada clase social, pero abundan entre quienes creen que sólo los peruanos de la ciudad y, sobre todo, de la clase media hacia arriba, merecen una plena ciudadanía).

Keiko Fujimori no sólo representa al fujimorismo como candidata y princesa heredera. También lo representa porque encarna esa forma de maldad trivial que el Fujimorismo ha querido desde siempre hacer rasgo de la nación: el orgullo de la impunidad, la mentira como único lenguaje, la mediocridad intelectual como requisito universal, la moral lumpen como reemplazo del sentido común.

En sí misma, Keiko Fujimori es un cero a la izquierda que el Perú no merece como presidenta: su elección sería la coronación final del principio básico del fujimorismo: que el país es insignificante, secundario, que la política como pacto y debate no tiene lugar entre los peruanos, que la inteligencia es inútil y estorba, que la limpieza ética y moral es accesoria y dispensable. La elección de Kenji Fujimori, su voluminosa victoria electoral, es un primer anuncio de que ese modo de ver al Perú está imponiéndose.

Alberto Fujimori llegó a la política peruana retratándose como un trabajador honrado, hijo de migrantes humildes, un modernizador ferviente con la fe puesta en la tecnologización, un maestro universitario que traía consigo la laboriosa dedicación del académico y que, sin embargo, era uno más del pueblo.

Veintiún años más tarde, el fujimorismo es, en la imaginación de muchos peruanos, un agente del orden, una mano de hierro, el sentido común encarnado en el fusil y la ametralladora, una maquinaria que garantiza la prosperidad económica y que, por ello, tiene una especie de derecho natural al latrocinio: crea condiciones para la riqueza y por tanto hay que perdornarle que aproveche la coyuntura para el doloso beneficio de sus líderes y sus funcionarios, es decir, para el robo. El fujimorismo es la imposición del lumpen (dentro de toda clase social) y su principio es el pragmatismo autócrata sin rendición de cuentas, sin conciencia, sin necesidad de justificación moral, lo que, en desmedro de la jungla, solemos llamar "ley de la selva".

La campaña de Keiko Fujimori hasta este punto ha tenido dos objetivos políticos: maquillar de juventud y relativa inocencia la sucia trastienda de la dictadura de los noventas y convencer a dos tipos de votante: por un lado, los que no recuerdan o no vivieron o no sufrieron los crímenes; por otro lado, los que con un simple empujón están dispuestos a fingir que no recuerdan, o que perdonan, porque, finalmente, el garrote de la dictadura cayó sobre espaldas ajenas.

Pero tiene un objetivo superior, para el cual se ha preparado a Keiko Fujimori desde hace una década: rescatar de la cárcel a los rateros y a los demás criminales, y reponer en el poder a la misma banda de delincuentes que nos gobernaron durante once años, incluyendo al jefe mayor, su padre, quien evidentemente no será espectador inmóvil del triunfo de su pupila: para ese momento la ha formado, para el momento en que le permita (a él) regresar.

Y ninguno de nosotros sabe cuán amplia será esa mano liberadora: ¿saldrá sólo el capo, saldrán los demás? ¿Saldrá Montesinos? ¿Cómo lidiará Fujimori ahora con su alter ego, Montesinos, sabiendo que él conoce todos los secretos que podrían rematar su carrera criminal (que otros llaman carrera política) de una vez y para siempre? ¿Alguien es tan ingenuo como para suponer que en estos años, en las audiencias públicas, Montesinos se ha deshecho de esos secretos, que son todo el capital de manipulación que le resta en la vida?

Al juzgar a Fujimori, encarcelarlo, encontrarlo culpable, el Perú dio un ejemplo mundial: un mandatario sí está obligado a rendirle cuentas a la nación, no importa cuán omnímodo haya sido su poder. Liberar a Fujimori sería decidir, al cabo de unos años, que ese esfuerzo de recomposición moral fue inútil, que fue innecesario o careció de importancia.

Cuando se eligió a Alan García empezó a establecerse en el Perú el reino del absurdo: un país que decide que el peor gobernante de su historia merece una segunda oportunidad, por encima de cualquiera que aspire a la oficina presidencial. Ahora, algunos se aprestan a refrendar la idea, devolviendo el poder al mismo elenco de personajes funestos que conformó el más corrupto de nuestros  gobiernos, bajo la falacia de que Keiko Fujimori no tiene por qué repetir los errores del padre.

Pero Keiko Fujimori no cree que esos errores hayan sido tales, o que hayan sido significativos, y juzga que el gobierno de su padre fue "el mejor de la historia del Perú". Una vez que ella ha declarado eso, no tenemos por qué dudar de su afirmación: ese es el gobierno que ella quiere repetir, para eso ha convocado a las mismas personas. Cuando ella se siente, si es que se sienta, en el sillón presidencial, ya sabremos quién le dictará las órdenes al oído. El Perú está a punto de ser gobernado desde la prisión (aunque ese escenario será pasajero), por un criminal. ¿Eso es lo que queremos?

jueves, 14 de abril de 2011


Las dudas y las pruebas


14 de abril de 2011
Fuente IDL reporteros
Escrito por Gustavo Gorriti 



La mañana del día en que fue asesinada, 7 de octubre de 2006, la gran periodista Anna Politkóvskaya habló por teléfono con su madre, Raisa Mazepa. Esta le leyó un epígrafe que impresionó a Anna: “Hay años borrachos en la historia de los pueblos. Tienes que vivir a través de ellos, pero nunca podrás vivir verdaderamente en ellos”.

Estuve fuera del Perú durante las elecciones del domingo 10, pero las seguí a través de internet. Para mí como, me imagino, para todos aquellos que lucharon contra la dictadura de Fujimori y Montesinos, los resultados fueron profundamente decepcionantes. Otra vez la autodestructiva embriaguez se apodera de nuestra historia.

Las encuestas realizadas y filtradas en los días previos ya describían ese escenario, pero cabía aún la posibilidad de un golpe de opinión que llevara a la presencia de un candidato inequívocamente democrático en la segunda vuelta. Al final, no hubo siquiera un tic de opinión.

En esta campaña tuvimos a un líder democrático el año dos mil que tuvo vergüenza de hablar sobre la democracia y la corrupción el 2011, hasta que se vio con la soga al cuello. Y aunque dicen que nada aviva tanto la inteligencia como la sombra del cadalso, también es cierto que el público que asiste a las ejecuciones confía poco en la sinceridad de las últimas palabras. 

Hubo también el exalcalde que encontró la elocuencia solo el día de su derrota para proclamar conmovido los magníficos resultados que la campaña tuvo para él como terapia familiar. Bueno, todos sabemos que las terapias no son baratas, pero creo que ni todos los sicoanalistas juntos de Beverly Hills hubieran costado tanto como este nuevo tipo de  psicoterapia que ya no es de grupo sino de país.

Y hubo también el tecnopolítico que comparte siglas con la pistola Walther, estilo de risa con el guasón y asesor con Alan García. Creció a expensas del expresidente y cuando, con el peligro a la vista, en 3D, les pidieron unir candidaturas para salvar la democracia, ninguno estuvo dispuesto. 

Todos perdieron. Nosotros –los millones de peruanos que creemos que la democracia es condición vital de gobierno–, también. Ellos merecen su derrota. Nosotros, no.Y ahora, ¿qué?

Los bribones ya celebran y veo personajes apenas dignos de un prontuario que pronto disfrutarán de inmunidad. Los penales se preparan para descargar parte de su contenido más séptico en los estamentos de la influencia y el poder.

Así que, dentro de lo malo hay que evitar lo peor.

¿Cuáles son las alternativas? Hay tres: viciar el voto, votar por Humala o votar por Fujimori.

La primera es solo una alternativa de último recurso. De manera que primero hay que resolver la disyuntiva: ¿Votar por Humala o votar por Fujimori?

Respondo con una frase de Steven Levitsky, el académico de Harvard que se encuentra este año como profesor visitante en La Católica: “Se puede tener dudas de Humala, pero de Keiko [Fujimori] tenemos pruebas”.

La Fujimori buscó presentarse como una versión gentil, democratizada y desinfectada de su padre. Pero en los tramos finales, para galvanizar a los suyos, se reveló tal cual. Su padre, dijo, había sido “el mejor presidente en la historia del Perú”. Y los fujimoristas que festejaron su pase a segunda vuelta lo entendieron perfectamente, coreando el “¡chino, chino, chino!”, hasta cuando ella pidió aplausos para su madre, Susana Higuchi.

Debo decir que no tengo nada personal contra Keiko Fujimori. Respeto su valor al quedarse en el Perú luego de la huida de su padre y respeto también su devoción filial. Sé que ella influyó en él el año dos mil para que rompa con Montesinos. Cuando se casó y mucha gente la hostigó, escribí exigiendo que se la deje en paz y le deseé ventura en su matrimonio. Ella respondió con una carta personal muy gentil. Ojalá las cosas hubieran quedado ahí.

Pero ella es ahora la dirigenta formal del fujimorismo (el real es su padre) y representa por eso a la mafia cleptócrata de los años noventa, a la que llama “el mejor gobierno de la historia del Perú”, con la misma aparente convicción con la que repetirá en la segunda vuelta que el kimono de esa yakuza es igual a la toga de Pericles.

Así que, está fuera de toda duda que, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia se debe votar por Fujimori. No. Y no solo eso. Hay que hacer todo lo legalmente posible para que la mafia criminal que gobernó el país en la década del noventa, no vuelva al poder ni ahora ni jamás.

¿Y qué hacer con Humala?

Como recordé la semana pasada, yo hice una activa campaña editorial el 2006, siendo codirector de La República, para que se vote en contra de Humala y a favor de García. Consideré entonces que Humala era un peligro para la democracia. Ya dije que me dejó un sabor amargo haber llamado a votar por García, pero sigo considerando que hacerlo fue, pese a todo, una decisión correcta.

¿Ha cambiado Humala en estos cinco años? A primera vista, sí. Ya no es el Humala estridente, vinculado a ese extraño fascismo andino que es el “etno-cacerismo”. La imagen que proyecta ahora no es la de Chávez ni la de Morales sino una que está en la vertiente de Lula, Dilma, Tabaré, Mujica.

¿Puede mentir Humala para llegar a la presidencia? Por supuesto. Fujimori no tiene el monopolio de la mentira. ¿Puede deshacerse de la gente respetable que lo rodea ahora unos meses después de asumir la presidencia, como lo hizo Fujimori con quienes lo acompañaron al principio? Sí, puede.

Puede hacer eso y mucho más.

Pero ¿le conviene engañar a medio mundo y dar luego el gran salto hacia atrás con un gobierno belicista y represivo de militares y milicias antauristas? ¿o le conviene hacer un gobierno como el de las izquierdas democráticas del continente sabiendo que en la coyuntura actual ese régimen sería, casi con seguridad, exitoso y pura ganancia para él como gobernante?

Si la lógica y el cálculo de costo/beneficio tienen algún peso, la segunda alternativa –la izquierda democrática– debería ser su obvia opción. Pero, si hay una convicción dogmática oculta (como la del llamado etno-cacerismo), entonces la sinrazón atropellará la lógica, la conveniencia y el beneficio. Y todos sufriremos, quizá terriblemente, antes de liberarnos de la locura.

Humala sabe que sin el voto de los peruanos identificados con la democracia, no podrá ganar. Él solo podía ganarle a Fujimori, y Fujimori solo podía ganarle a él.

Por eso, en estas semanas ambos se proclamarán más demócratas que Jefferson y Lincoln juntos, pero por lo menos uno de los dos mentirá. Y esa es Fujimori.

¿Y Humala?

Dudar de él no solo es legítimo sino necesario. Pero dudar no significa descartar.

Por lo dicho, en su caso no bastan las afirmaciones de respeto a la democracia. Se necesita garantías.

Garantías firmes. Compromisos bajo juramento público, explícitos y detallados, punto por punto, de respeto y fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos en los cinco años de gobierno, sin reelección posible. Ese documento debería firmarse y jurarse teniendo como testigos a algunas de las personas más ilustres y respetables del país: Mario Vargas Llosa, Javier Pérez de Cuéllar, Fernando de Szsyslo, Julio Cotler.

Si eso ocurre, habría que votar por Ollanta Humala, para prevenir un peligro mucho mayor. Y si aquellos que movilizamos el país en la lucha por la democracia el año dos mil, hacemos campaña y votamos por Humala, él ganará aunque la mayoría de los medios tradicionales le haga la guerra.

Es verdad que incluso en ese escenario, hay riesgo. Las cosas pueden salir bien, o no. Pero mejor eso que darle el gobierno a la yakuza y a las versiones criollas de Capone, Luciano y Genovese.

Hasta Aquí Nomás

 

14 de abril de 2011
Caretas
 

Hasta los últimos días de este proceso, Keiko Fujimori y la gente de Fuerza 2011 habían logrado mantener una cierta distancia con el pasado más oscuro del fujimorato. Algo parecía prometer su juvenil candidatura, acompañada como estaba con una figura como Jaime Yoshiyama, tan humillado por Montesinos, y, entre bambalinas, por el buen hermano Santiago.

Pero a partir de su manifestación de cierre de campaña, Keiko no solo ha dado vivas filiales a su encarcelado padre sino que lo ha subido al estrado en calidad de prócer nacional y proclamado reiteradamente a su régimen como el “¡mejor gobierno de la historia del Perú!”.

¿Cómo? Aquí debe frenarse este sushi.

Esa candidatura implica ahora un humillante agravio a la Nación que se debe rechazar, y la proyección es peor.

¿Puede tener algún lugar ejemplar en nuestra historia el Presidente de la República que fugó del país de Grau, Cáceres y Bolognesi en circunstancias bochornosas, y que se refugió en la tierra de sus ancestros postulando incluso, aunque infructuosamente, a la Dieta en representación de una facción fascista?

¿Merece alguna consideración el reo que, condenado después de un ejemplar y meticuloso juicio público, que ningún observador internacional ha objetado, con cargos que ya previamente habían sido evaluados como delitos comunes por la Interpol, fue extraditado de Chile al determinar la justicia de allá que el caso de ‘Chinochet’ no era político sino criminal?

¿Es ese el personaje el que lideró el “mejor gobierno de la historia del Perú” y es su familia la que resguardará en el futuro la seguridad ciudadana?

¿Qué se cree la dinastía Fujimori, que este es un país de quita y pon, y sin memoria alguna?

¿No terminó el fujimorato con casi todos los miembros de su alto mando militar y policial en prisión, convictos y confesos por grandes latrocinios en la adquisición de armas y operaciones de pillaje auténticamente mafiosas?

¿Las atroces y estúpidas matanzas de los Barrios Altos y La Cantuta se explicarán en el futuro, como ya lo está volviendo a hacer Martha Chávez, como incidentes menores y daños colaterales comprensibles?

¿Se destruirá el monumento al Ojo que Llora y se anulará el proyecto del Museo (o Lugar) de la Memoria, ignorando el apoyo de las Naciones Unidas, del Premio Nobel Vargas Llosa y del actual Presidente Alan García para respetar la mentalidad del Grupo Colina?

En estos días, y ante la disyuntiva electoral planteada, hay que recordar e insistir en que la Patria es más que la administración de su economía y el bienestar de sus empresas, por más vitales e importantes que sean para el desarrollo. Un país es historia, dignidad, cultura, identidad y sobre todo futuro.

Cuidado con esta segunda vuelta. Rechacemos a un régimen propenso a convertir en prostíbulos a los medios de comunicación.

Evaluemos integralmente, con serenidad e inteligencia, a los candidatos y sus programas, y encontremos las formas de amarrar compromisos que respeten los procedimientos democráticos y administren racionalmente el proceso de nuestro auspicioso desarrollo económico y distributivo sin los desplantes de una izquierda que es anacrónica en todo el mundo.

Después de todo, ya se pueden comprobar los desastres y el desgobierno que hunden a Bolivia y convierten a Venezuela en un circo.

Mientras tanto, en aras de un clima menos dubitativo en los círculos de la inversión extranjera y nacional, nada de volverse a humillar por un polo naranja que salga de la Diroes. Quienes los usan ya sacan pecho para refregarlos con insultante arrogancia: “¡Fujimori, el mejor gobierno de la historia del Perú!”.

domingo, 10 de abril de 2011


Adelanto de legítima herencia


El fujimorismo habría obtenido su pase a una segunda vuelta, lo que representa un virtual gobierno de la hija del ex presidente Fujimori, ya que la extrema derecha y un sector del centro democrático de la política peruana están dispuestos a votar por Keiko con tal de cerrarle el camino al nacionalismo. Obvian, así, el pasado reciente teñido de corrupción de sus mentores. Más pesa la confianza que la hija del encarcelado ex presidente estaría dispuesta a proseguir el modelo económico imperante. Las cuestiones morales y éticas de permitir el regreso de un conglomerado político que ha demostrado comportarse como mafia, pareciera importar poco.

Al mismo tiempo, éstos resultados electorales demuestran que la mayoría de votantes quieren un cambio en la administración del Estado, que en los últimos años ha permitido el crecimiento macroeconómico pero ha relegado a los más pobres. Entonces, según los resultados, podemos deducir que el grueso de la población no desea que perviva el modelo que hace a los pudientes cada vez más poderosos y a los pobres cada vez más miserables. Pese a que el actual régimen económico ha permitido un desarrollo de la llamada clase media que es la que permite un crecimiento sostenido en cualquier sociedad.

Sin embargo, la alta votación obtenida por Ollanta Humala (alrededor del 30 por ciento) demuestra que sus huestes han ido aumentando progresivamente y no surtió efecto la campaña de satanización en su contra liderada principalmente por los toledistas, pero financiada por representantes de los principales grupos económicos del país que perciben al candidato nacionalista como un cuco que amenaza con trastocar las leyes que permiten el desarrollo del actual modelo económico.

Un elemento que deberá ser analizado por los psicólogos sociales es la influencia en los resultados del factor inseguridad que se respira en la población, el que habría empujado a un gran sector del electorado a decidir su voto a favor de una opción dura representada por el nacionalismo y el aire dictatorial que se percibe en el fujimorismo.

A un lado fue dejado la defensa de los Derechos Humanos, ignorada por todos los candidatos, seguramente por ser un tema delicado, que levanta serios prejuicios y que reabre heridas.

Al conocerse los resultados que ponían a Keiko Fujimori virtualmente en la segunda ronda de balotaje para decidir la contienda electoral con Ollanta Humala, se prevé que Fujimori padre este saltando en un pie en la DINOES ya que sus esperanzas de un indulto se acrecientan enormemente. 

También debe haber surcado vientos esperanzadores entre los cocaleros y procesadores de drogas en los principales valles productores ya que se conoce que los nacionalistas tienen un acercamiento evidente con los intereses de los cultivadores de coca y en el fujimorismo sobran indicios de la complicidad del régimen mafioso de Alberto Fujimori y Montesinos que se caracterizó, entre otras cosas, por permitir y trastear droga en helicópteros militares, nada menos.

Pero nada de eso importo en el ideario de la mayoría de peruanos. Decidieron otorgarle su confianza a dos fuerzas sumamente cuestionadas, una por representar un proyecto radical con tintes populistas y la otra por tener en su haber su cercanía a una dictadura mafiosa que proyectaba atornillarse indefinidamente en el Poder. Ahí prosiguen los mismos personajes que llevaron al país al descalabro moral y destruyeron las principales instituciones de control democrático.

Ollanta Humala es un lobo disfrazado de cordero, cínico hasta la estratósfera, que ha elucubrado un plan político sumamente peligroso para el destino de la nación. Solo que en la presente campaña cuenta con asesores expertos en proyectar una imagen a pedido, capaz de encandilar a los votantes, ocultando  en la mentada “economía nacional de mercado” un proyecto nacionalista capaz de espantar cualquier inversión y ,por ende, reducir el empleo y frenar el crecimiento del actual modelo económico.

Resulta también preocupante la gobernabilidad del próximo régimen, ya que la campaña de la segunda vuelta deberá ser a muerte, lo que dejará seriamente dañada la relación de vencedores y vencidos y queda por descontado que no habrá mayoría parlamentaria.

jueves, 7 de abril de 2011


La Venganza de los pobres


¿Por qué hemos llegado a ésta encrucijada política, qué hace a unos entusiasmarse con la simple promesa de futuros cambios y a otros sufrir la más negra pesadilla de los últimos tiempos? ¿qué provoca que las grandes mayorías emita su voto con la punta del pie y no como fruto de un mesurado análisis de lo mejor para nuestro país? ¿qué impulsa a cientos de miles de taxistas a asegurar su voto a favor de Humala, crédulos de la simple promesa de abaratar el precio del gas? ¿Cómo así, cientos de intelectuales que creíamos “progresistas” apuestan por el proyecto humalista, pese a las muestras de intolerancias hechas pública por su líder?

Son preguntas preñadas de respuestas, pero que hace pensar en un hartazgo de las mayorías excluidas. Aquellas a las que, el  tantas veces pregonado “chorreo”,  nunca llegó en estos últimos diez años. Es una venganza en contra de la casta política que se ha turnado en el Poder en los últimos 25 años y que ha despreciado los anhelos de salir de la pobreza de millones de compatriotas. Es algo que no podemos negar porque está ahí, es palpable en todo el cinturón de miseria que rodea Lima. Ni  hablar de las provincias más olvidadas del interior.

En vista de la tendencia mostrada por las encuestadoras, y los prohibidos sondeos de las últimas horas que se difunden de boca  a oído, como una especie de aterrado murmullo, el futuro de nuestro país podría estar en manos de dos opciones, opuestas en su visión macroeconómica, pero que a juicio de los analistas del orden establecido representan un peligro para la estabilidad democrática, la libertad de empresa y las inversiones.

Es la promesa de Ollanta y sus allegados de terminar con “el modelo económico neoliberal” el que entusiasma al postergado, a la vez que aterra a los cientos de inversionistas nacionales y extranjeros que apostaron sus capitales en el país, basados en las reglas claras establecidas para invertir y recuperar ganancias. La principal intención del proyecto nacionalista radica en gravar las sobreganancias mineras, es decir, hacer pagar a los grandes capitalistas un porcentaje de sus ganancias no proyectadas. 

Su Plan de Gobierno, que poquísimos se han tomado la molestia de leer, contiene claras amenazas a la libertad de empresa de los brocasters de radio y televisión, lo que redundaría en una restricción de la libertad de elegir contenidos del ciudadano común.

Por su parte, la posible elección de Keiko Fujimori resulta un peligro por el pasado de corrupción que respalda su proyecto político que tiene como principal hacedor a su padre, el condenado ex presidente Alberto Fujimori. Además, se corre el riesgo que la mafia fujimontesinista levante cabeza y se recomponga, socavando las instituciones principales del Estado aun corroídas por la lacra que gobernó al país en la década de los 90s.

Ese es el nuevo y oscuro panorama político que nos acecha. Y es que cuando los cerros votan en masa, y esa expresión democrática no es articulada con una visión de futuro sino con una reacción de rechazo, las crecientes masas citadinas que procuran un desarrollo con las actuales reglas, quedan desplazadas y con poca vela en este entierro.

Además, en las  últimas horas se ha notado la mano de aquel que es capaz de impedir elecciones. No es casual que el Apra, casi en secreto, haya acordado apoyar a PPK para así impedir que Toledo alcance el segundo lugar y keiko ingrese a una segunda vuelta con todas las de ganar. Pero con ese análisis volveremos despues.

Que Dios nos coja confesados.

domingo, 3 de abril de 2011


Recordar emancipa la memoria

Hace tres años, el periodista Marco Sifuentes de "La ventana indiscreta", hizo este reportaje a doña Susana Higuchi, madre de la actual candidata presidencial Keiko Fujimori. En él se relata los sufrimientos que le ocasionó el encarcelado ex presidente, apartándola de sus 4 hijos y condenándola al olvido filial por más de 15 años. Se muestra la fibra moral del condenado Alberto Kenya Fujimori, el maniqueo personaje que regula la candidatura de su hija Keiko y la comparsa que gobernó al país por una larga y aciaga década.

sábado, 2 de abril de 2011


De regreso a los tiempos de la oligarquía

Por Francisco Durand
Profesor de Ciencias Políticas Universidad de San Antonio, Texas , EEUU



El director de una minera de cuyo nombre no debo acordarme me dijo en Lima que en las próximas elecciones los empresarios necesitan un presidente que deje la economía como está. Acto seguido se puso a pensar quién podía sentarse en la silla y quién no.

Obviamente, nombró con entusiasmo a Pedro Pablo Kuczynski, que para los mineros es de casa y, ¿por qué no?, a Alejandro Toledo, que la hizo bien, podría repetir. Nuestro alcalde, enemigo de licitaciones y amigo de grandes obras, también es bien visto. Keiko Fujimori es asimismo aceptable, a pesar de ser monotemática. Hasta el tío George del Castillo es visto como potable, a pesar de sus petroaudios.

Luego vino la frase de la semana que me hizo recordar la conversación con el minero de este país manejado por 20 familias y 40 corporaciones. La emitió Felipe Ortiz de Zevallos (grupo Apoyo): “Creo que, sin importar quién gane la elección, hay un consenso de ortodoxia en materia económica.” Bueno, existe ese consenso si solo vemos a los candidatos conservadores o acomodados al poder económico. Es por eso que son intercambiables.

No tardaron en aparecer en la conversación los fantasmas de la izquierda. El minero estaba satisfecho de que Humala y sus diezmadas huestes siguen desangrándose ante los ataques denonados de Palacio y la prensa amiga, tarea en la cual incluso colabora el Banco de Crédito cuando revela información privada de Nadine Humala. El padre Arana no tardó en aparecer. ¿Tú realmente crees que puede inspirar a las masas y llegar a una segunda vuelta?. Ahí esta el problema, esa incertidumbre de que los pobres eligen. Como bien dijera Ortiz de Zevallos, en las elecciones “mucha gente pobre es fácilmente persuadida”. Los candidatos alternativos no cumplen con el requisito de buena disposición del aviso en la página económica: “Se necesita presidente que siga instrucciones”.

Interesante la conversación también por sus omisiones. Los problemas sociales, el crimen organizado, callejero y pandillero; la informalidad, la corrupción, en fin, el desarrollo desigual, para citar un concepto sociológico; fueron dejados de lado. Lo central es que la economía esté en buenas manos, que no haya sorpresas.  Me recuerda otra conversación con el presidente Paniagua antes de su muerte. No me canso de relatarla. Hacia mediados del 2005 era un candidato fuerte, y se negaba a visitar a los dueños del país –como estaban haciendo otros candidatos– o a volar en las avionetas del grupo Romero –como ya lo empezaba a hacer Lourdes Flores–. Lo tomaron desprevenido por su bonhomía. Todo empezó cuando Luis Bedoya lo convocó para una supuesta concertación electoral. Cuando llegó a la reunión, se dio con una sorpresa. Lo estaban esperando un selecto grupo de banqueros y mineros, entre ellos un Brescia. Le informaron –creo que el término es exacto– que lo que el país necesitaba era dejar la economía intocada –o, mejor dicho, la estructura del poder económico y la política económica, que a eso se refieren y no a otra cosa–. Salió molesto, y con razón. Intentó hablar de salud y educación y tuvo la clara impresión de que les interesaba poco. A partir de ahí comenzó un sutil pero efectivo acoso mediático para sacarlo de la escena y poner en el centro a Lourdes Flores, “la candidata de los ricos”, lo que efectivamente ocurrió. Una labor para quitarse el sombrero.

Lo dicho, bien vistas las cosas, no es nuevo. Así se manejaba el país antes de 1968, cuando todos se quitaban el sombrero al ver pasar a un grupo de grandes familias propietarias de haciendas, a los banqueros y los gerentes extranjeros de las Company Towns mineras y petroleras. Eran ellos los que manejaban el país indirectamente –el concepto es de Francois Bourricaud–, a través del candidato correcto, o el partido que se inclinara a su lado.

No había entonces, como ahora tampoco, un sólido partido de derecha, así que tenían que encontrar presidentes que estuvieran dispuestos, según la expresión de Sebastián Salazar Bondy en “Lima la horrible”, a ser “ilustres presos de la oligarquía”. Tampoco importaba mucho quién llegara al poder. Había, decían, un consenso en la ortodoxia económica liberal. Si las elecciones fallaban, no faltaba un general dispuesto al cuartelazo o un partido de  masas dispuesto a la convivencia –el APRA–. Alan García está repitiendo la historia. Una vez elegidos, si había huelgas o protestas exigían “mano dura”, “ley y orden”.

Vivimos los tiempos de la nueva oligarquía y el neolatifundismo. El grupo Gloria, por ejemplo, tiene 29,000 hectáreas. El país, dicen, prospera como nunca, aunque los primeros en prosperar son ellos. El Perú parece que fuera un puerto o un aeropuerto. Mirando siempre hacia el mar, para ver si llegan las importaciones, o si se embarcan a tiempo las exportaciones. A los cielos, para ver si llega a tiempo el avión que trae inversionistas o que nos lleva a París. Siempre de espaldas a la sierra o la selva. Es allí donde se encuentran los perros del hortelano que no dejan comer a los inversionistas. Bueno, ahora existen programas de responsabilidad social empresarial, cierto, y mejor filantropía, pero ¿acaso antes los patrones no se preocupaban de “fidelizar” a sus dependientes con obras?

Palacio organiza desfiles de inversionistas, previa publicación de folletos sobre riquezas naturales, o cartas del propio presidente a los grandes inversionistas, aunque parece que recibe de todo. Un total de 1,184 empresarios desfilaron según declaración del propio presidente al momento de estallar el escándalo de los petroaudios en octubre del 2008. ¿Por qué, presidente, recibe usted a tantos en Palacio?

Uno de los escogidos fue el dominicano Fortunato Canaán, que visitó la Presidencia del Consejo de Ministros, el Ministerio de Salud y hasta Palacio de Gobierno. Así es nuestro sistema de incentivos, personalizado. ¿Acaso el presidente Leguía y su hijo no hacían lo mismo? Luego sigue el otro desfile. Ministros y altos funcionarios visitan las suites de los hoteles. Tal es la lección de los petroaudios, escándalo que se resiste al entierro. En Santo Domingo, lugar donde nació Don Fortunato, país donde hablan de frente, le dicen con acierto “acuerdos de aposentos”.

Así estamos. Primero las minorías selectas deciden quién no puede entrar a la presidencia y quién es el candidato correcto, y luego siguen los nombramientos de economistas ortodoxos o grandes empresarios en los puestos claves de manejo económico. Luego nos visitan los inversionistas y sus lobistas. Las elecciones son una licitación. El país, un campo de inversiones.

Come caca

Sábado 02 de abril de 2011

Fuente: Perú21

Autor: Patricia del Río

“Come caca, un millón de moscas no pueden equivocarse”. La primera vez que leí esta frase estaba estampada en el polo de algún adolescente con ganas de fastidiar. Obviamente es una crítica irónica a la tendencia que tenemos los seres humanos a seguir lo que hacen las mayorías. Si recordamos que más del 80% de peruanos apoyó el autogolpe del 5 de abril, y que gracias al respaldo masivo de la población se mantuvieron por décadas gobiernos dictatoriales como el de Fidel Castro, la frase podría ser acertadísima. Sin embargo, la masa no siempre se equivoca y además, no porque no nos guste la opinión de la mayoría vamos a ocultarla o negarla. Independientemente de que estén equivocados o no, saber qué opinan los demás es una manera de informarnos para tomar nuestras propias decisiones. Para decidir, finalmente, si vamos a actuar como los demás o si preferimos separarnos de la masa y optar por otro camino.

¿Suena elemental? Lo es para cualquier marquetero, publicista, científico social o ciudadano común y corriente; pero no lo es para el Jurado Nacional de Elecciones que, como sabemos, prohíbe que se publiquen encuestas una semana antes de las elecciones. El objetivo de esta norma, que se ha criticado hasta el aburrimiento, es que los ciudadanos elijan sin dejarse llevar por los sondeos de opinión. Es decir, para el JNE los peruanos podemos elegir a un candidato por sus propuestas, porque me regaló un almanaque, porque repartió bolsas de arroz en mi barrio, o porque salió regio en la portada del Trome; pero de ninguna manera puede estar entre los criterios de mi elección el hecho de que miles de peruanos confíen en él.

¿Tiene esto algún sentido? Por supuesto que no. Las encuestas, al fin y al cabo, ofrecen un elemento de juicio más. Son una herramienta que algunos tomarán en cuenta y otros no, pero que constituyen parte del universo de datos que podemos considerar a la hora de elegir un candidato. Algunos detractores de las encuestadoras consideran que la medida es acertada porque los sondeos de opinión no son confiables, pero si ese fuera el caso, el JNE debería fiscalizarlas y de encontrar irregularidades impedirles trabajar, pero no dejarlas publicar libremente información falsa hasta la semana anterior a la elección. Así que, vamos, ese no puede ser el criterio.

Más allá de la lógica detrás de esta absurda norma, cabe preguntarnos qué consecuencias puede traer este silencio en una elección tan apretada, e inédita, como la que estamos teniendo en el Perú. A mi juicio, algunas bastante complicadas. Veamos: en este momento hay cuatro candidatos con posibilidades de pasar a segunda vuelta. Dos de ellos, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, tienen un voto más o menos duro que difícilmente se dejará llevar por los sondeos de opinión. Keiko Fujimori capitaliza la herencia de su padre y Ollanta Humala tiene una propuesta diferenciada con la que ya sedujo a muchos peruanos. Los votos de Alejandro Toledo y PPK, en cambio, son bastante intercambiables. Ambos tienen programas de gobierno similares y apuestan por el mismo modelo de país. Por eso tanta gente estaría dispuesta a cambiar su voto, de PPK a Toledo o viceversa, sin mayores problemas. ¿Qué necesitan muchos de estos electores para tomar una última decisión? Pues asegurarse cuál de los dos candidatos nos libraría de aquello que Mario Vargas Llosa ha calificado como una elección entre el cáncer y el sida. Y para eso necesitan evaluar la información de las encuestas.

¿Está eso mal? ¿Son estos electores unos irresponsables por tomar ese elemento de juicio en su decisión? Por supuesto que no. Son simplemente peruanos que creen conveniente evaluar el voto de los demás antes de decidir el suyo propio. Son ciudadanos que solo están pidiendo estar más informados antes de elegir. Pero una vez más, el JNE los priva de este legítimo derecho y los trata como si fueran moscas, que no piensan, que no evalúan, y que solo buscan ir tras la caca.

“LO QUE SE JUEGA”

Por César Hildebrandt

Sema­na­rio “Hil­de­brandt en sus trece”,
01 de Abril de 2011

Transcrito por Pasco al día


Un perio­dista extran­jero –viejo amigo– me hace pre­gun­tas sobre las elec­cio­nes de Lima y per­cibo, al otro lado de la línea tele­fó­nica, un dis­creto asom­bro, pri­mero una cierta per­ple­ji­dad, des­pués, y por último, unas fra­ses sali­das de la estupefacción.

¿Ha habido, es cierto, once can­di­da­tos a la pre­si­den­cia? ¿Es cierto que uno de ellos es ciu­da­dano de los Esta­dos Uni­dos? ¿Puede con­fir­marse que el par­tido polí­tico más impor­tante del Perú tuvo que recu­rrir a una mujer inde­pen­diente que luego renun­ció y que, por tanto, no está en la lid elec­to­ral por la pre­si­den­cia? ¿Y es cierto que el otro par­tido impor­tante, el con­ser­va­dor PPC, tuvo que sub­su­mirse en un con­glo­me­rado por­que su lide­resa no quiso pos­tu­lar? ¿Y puede con­fir­marse el hecho de que Acción Popu­lar, el par­tido que llevó a Fer­nando Belaunde dos veces al poder, es hoy un átomo de esa molé­cula lla­mada Perú Posi­ble? Y, final­mente, ¿Es cierto que los cinco pri­me­ros de las encues­tas tie­nen más o menos igua­les posi­bi­li­da­des de pasar a la segunda vuelta?

Tuve que decir sí. Varias veces sí. Dema­sia­das veces sí. ¿Pero por qué la tota­li­dad del Con­greso se elige en la pri­mera vuelta? ¿No sería mucho mejor que en la pri­mera vuelta se eli­giera la mitad del Con­greso y que en la otra mitad saliera de los dos par­ti­dos más vota­dos? ¿No haría eso más gober­na­ble al Perú? Le dije que cuando De Gau­se­lle creó el ballo­tage para impe­dir que los colum­nis­tas lle­ga­ran al poder no pudo ima­gi­nar un esce­na­rio como este y que la culpa no es de la V Repú­blica fran­cesa sino de la eterna repu­bli­queta que nos hemos empe­ñado en construir.

No ter­mi­naba de hacer pre­gun­tas. Tuve la sen­sa­ción de que, al con­cluir la charla tele­fó­nica, mi amigo tenía la idea de que el Perú es una extra­va­gan­cia, una exqui­si­tez para soció­lo­gos, una demo­cra­cia amena y depra­vada, una espe­cie de Galá­pa­gos de la his­to­ria, con sus tor­tu­gas inmor­ta­les, sus igua­nas irre­pe­ti­bles y esas aves que Dar­win observó con tanta paciencia.

Yo pienso, modes­ta­mente, en todo caso, lo mismo. Una vez, en El hom­bre de la calle, Fede­rico More quizá insi­nuó que el Perú era un ómni­bus con ínfu­las de Mercedes.

La ver­dad es que el zafa­rran­cho elec­to­ral, la viu­dez pro­gra­má­tica y la pros­pe­ri­dad de los insul­tos y las paya­sa­das son parte de nues­tro esfuerzo en no ser un país serio. ¿Qué quie­ren? ¿Elec­cio­nes del pri­mer mundo en un país del tercero?

La con­fu­sión de estas elec­cio­nes es el resul­tado de muchos fac­to­res. Tra­taré de enu­me­rar algunos:

1) La cri­sis de la edu­ca­ción. El Perú es menos que subsahariano(1) en esta mate­ria. De esa matriz no emer­gen ciu­da­da­nos no demó­cra­tas por­que la demo­cra­cia no es un ins­tinto sino una cons­truc­ción cul­tu­ral. El lide­razgo al que las tur­bas se resig­nan puede no tener otra vir­tud que la de un poder ejer­cido brutalmente.

Can­di­da­tos Presidenciales

2) El secues­tro de los par­ti­dos polí­ti­cos por parte de los gru­pos eco­nó­mi­cos más pode­ro­sos. El Apra de Alan Gar­cía es una demos­tra­ción de comi­sa­ría de este fenó­meno. La derrota del Apra ha sur­gido de aque­llo que Haya de la Torre temió de joven y toleró de viejo: la sen­sua­li­dad, la renun­cia a los idea­les, la muerte de esa uto­pía que hace que un par­tido tenga norte y con­vo­que a mili­tan­tes com­pro­me­ti­dos. Esa uto­pía no tiene que ser de izquierda. La uto­pía culta de muchas dere­chas en el mundo viene del Sacro Impe­rio Romano Ger­má­nico, pasa por la teo­lo­gía de los padres de la Igle­sia cató­lica, se nutre de la Ingla­te­rra del siglo XVII, elude la revo­lu­ción fran­cesa, cabo­tea en Adam Smith y llega a las muchas figu­ras con­tem­po­rá­neas que lo encar­nan. La dere­cha es una cosa seria. Aquí se creen de dere­cha los que se atrin­che­ran en su mar­gen de uti­li­da­des con un trago en la mano y una pis­tola al cinto. Esa huelga invo­lun­ta­ria del pen­sa­miento ter­minó en el PPC-Cementos Lima, una fusión pro­fé­tica de los años 60. Y lo del comu­nismo es más breve: hijos de Sta­lin (Aun­que se decían dis­cí­pu­los de Lenin), toda­vía no se repo­nen de la implo­sión de la URSS y sus filia­les. Se han que­dado sin dis­curso y demues­tran que la ira no es sufi­ciente. Lo demos­tró Pol Pot. Lo sufri­mos con Guzmán.

3) La corrup­ción gene­ra­li­zada de los medios de comu­ni­ca­ción, con­ver­ti­dos en sica­rios del orden quieto y el con­ser­va­do­rismo y crea­do­res de pánico cada vez que alguien quiere hacer algún cam­bio. Los dia­rios perua­nos más impor­tan­tes ya no infor­man: jue­gan con las emo­cio­nes de la gente común y corriente y, de un modo casi iró­nico, le dicen que si alguien mueve alguna ficha per­de­rán lo que no tie­nen y care­ce­rán del futuro pro­me­te­dor del que ya han sido despojados.

Es como decirle a un muñón(2) que puede per­der el miem­bro que le perteneció.

¿O creen que nego­ciar con las mine­ras nue­vos arre­glos y recau­dar más por ganan­cias super­la­ti­vas que jamás nadie ima­ginó es un pecado?

¿Será un delito que el Estado, demo­lido por Fuji­mori con la com­pla­cen­cia de las gran­des for­tu­nas, reapa­rezca como árbi­tro y como fun­ción tuitiva (3) ?

¿Se irán todas las inver­sio­nes extran­je­ras por­que pon­ga­mos lími­tes a la explo­ra­ción y explo­ta­ción de hidro­car­bu­ros en la selva?

¿Pro­tes­tará Obama si levan­ta­mos el sala­rio mínimo?

¿Nos ata­cará la avia­ción de la OTAN si le deci­mos a la tele­fó­nica que aque­llo de la renta básica es una estafa?

¿Nos bom­bar­dea­rán los tuca­nos bra­si­le­ños u Ode­bre­cht dejará de hacer nego­cios si revi­sa­mos y, even­tual­mente, para­mos ese desas­tre a la vista que es Inambari?

¿Inva­dirá Chile Tacna si le deci­mos que el trato a los capi­ta­les de ambos paí­ses ten­drá que ser recí­proco y que ya es hora de empe­zar a corre­gir la enorme asimetría (4) de nues­tra rela­ción comercial?

¿Quién y con qué dere­cho habrá de cas­ti­gar­nos si le pone­mos un pare de ver­dad al capi­tal espe­cu­la­tivo que llega a Lima a crear dis­tor­sio­nes monetarias?

¿Qué pasará si le deci­mos a Romero que no siga sem­brando pal­mas para hacer com­bus­ti­ble por­que eso es irracional?

¿Y si le deci­mos a los oligopolios (5) que dejen de concertar?

¿y si le devol­ve­mos a los tra­ba­ja­do­res algu­nos dere­chos sin­di­ca­les arran­ca­dos a pata­das durante la putre­fac­ción fujimorista?

¿Y si deci­mos “basta de ser­vi­ces tram­po­sos crea­dos para explo­tar más al trabajador”?

¿Qué?

¿Nos expul­sa­rán de la OEA si deci­di­mos que parte del puerto del Callao siga en manos nacionales?

¿Quién nos con­de­nará si enfren­ta­mos, con una línea aérea nacio­nal pri­vada, el cuasi mono­po­lio arra­sa­dor de LAN, que, para des­alen­tar el turismo interno del Perú, le cobra a los extran­je­ros cupos mons­truo­sos que no cobra en Chile?

¿Y si dota­mos a nues­tras fuer­zas arma­das de lo nece­sa­rio para poder defen­der­nos –sólo para poder defendernos-, habrá alguien en Lati­noa­mé­rica que se escandalice?

En resu­men, ¿ahora resulta que en esta aldea glo­bal es una falta ser peruano?

4) La atmos­fera tóxica de impu­ni­dad que se res­pira en todas las esfe­ras. Lo que con­vierte a lo que queda de Estado en fuente de for­tu­nas y a muchí­si­mos empre­sa­rios en coimea­do­res crónicos.

5) La per­sis­ten­cia de la desin­te­gra­ción nacio­nal. La selva siente que los lime­ños somos no sólo dis­tan­tes sino hos­ti­les. Hay regio­nes del sur donde nos odian con todo dere­cho. Las fron­te­ras son la prueba de nues­tra inca­pa­ci­dad nacio­nal para esta­ble­cer prio­ri­da­des sensatas.

6) El rego­cijo casi patrió­tico por los anti­va­lo­res en acción: El engaño es vir­tud; la estafa, hazaña; el abuso, mer­cado; la pen­de­jada, talento; la impun­tua­li­dad, carác­ter. De estos fie­rros retor­ci­dos no salen sólo empren­de­do­res de éxito sino gene­ra­cio­nes anómicas (6). Y pasar de la anomía a votar por un ladrón es fácil.

¿El Perú tiene esperanzas?

Por supuesto que las tiene. Pero sólo si acepta que tiene que cam­biar. No para pare­cer­nos a Chá­vez, ese esperpento (7) de izquier­dismo a mano armada. No para ser Cuba, esa tumba del Hom­bre Nuevo con mayús­cu­las. No para repe­tir expe­rien­cias fra­ca­sa­das. Si para sen­tir que vivi­mos en un país digno, pro­ble­má­tico pero lim­pio, diverso y unido por un pro­yecto que alcance para todos.

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Voca­bu­la­rio:

1. Sub­saha­riano, na.: Se dice de la parte de África situada al sur del Sahara.
2. Muñón: Parte de un miem­bro cor­tado que per­ma­nece adhe­rida al cuerpo
3. Tui­tivo, va: adj. Der. Que guarda, ampara y defiende.
4. Asi­me­tría: Falta de Corres­pon­den­cia exacta en forma, tamaño y posi­ción de las par­tes de un todo.
5. Oli­go­po­lio: Econ. Con­cen­tra­ción de la oferta de un sec­tor indus­trial o comer­cial en un redu­cido número de empre­sas.
6. Anómico, ca: Per­te­ne­ciente o rela­tivo a Psi­col. y Sociol. Con­junto de situa­cio­nes que deri­van de la caren­cia de nor­mas socia­les o de su degra­da­ción.
7. Esper­pento: coloq. Per­sona o cosa nota­ble por su feal­dad, des­aliño o mala traza.