EL FUTURO DE KEIKO/ Jorge Bruce
En un documental sobre la fotógrafa Annie Leibowitz, quien fuera pareja de la escritora Susan Sontag, se retrazan las diferentes etapas de su carrera. Inicialmente se dedicaba a personajes del rock. En la actualidad trabaja para Disney, componiendo situaciones basadas en las películas de la trasnacional, recurriendo a estrellas del cine, la canción o el deporte. Pero el hilo que une los diversos hitos de su ya considerable trayectoria, es una capacidad asombrosa para captar la esencia de los personajes retratados (cualidad que ella niega, alegando que se limita a apretar el obturador cuando le parece el mejor momento). Así, cuando tomaba fotos para la revista Rolling Stone, hizo una secuencia memorable de la cantante Patti Smith. Al ver la expresión de su rostro, la intérprete folk comentó que inicialmente –años atrás- le había extrañado y no se había reconocido del todo. Sin embargo, con el paso del tiempo, explicaba al autor del documental, lo insólito es que había terminado teniendo el rostro de la fotografía.
Ciertas imágenes tienen esa virtud: capturan la fugacidad de un ser y la inmovilizan para nosotros. Aquello que dicha persona oculta, en ocasiones sin saberlo. O, como se dice en psicoanálisis, lo que no sabe que sabe. En el caso de la Smith, tuvieron que pasar años para que ella se encontrara con esa persona que todavía no sabía que sería, o que acaso ya era. Pero al fin se convirtió en ella misma.
En esta fotografía de Keiko Fujimori es difícil saber si lo que se ve es lo que ella misma no sabe que es o quizás aquello que la aguarda. Haciendo el esfuerzo de abstraer por un momento el contexto en que fue tomada, es decir las acusaciones de corrupción vinculadas al dinero que Montesinos le entregaba en efectivo a su padre, entonces Presidente del Perú, quien a su vez lo repartía entre ella y otros miembros de su familia, es interesante preguntarse lo que la imagen muestra.
Hay cierta malignidad en la expresión, que no suele encontrarse en la cara redonda y por lo general afable de la congresista candidata. Incluso cuando se presenta enfadada, como cuando la condena de su padre, tiene algo de bondad que atenúa la dureza de sus emociones. Pero en esta fotografía hay algo que asusta. Es como si en un instante de inatención, hubiera aflorado algo real que sus rasgos pícnicos suelen disimular entre los pliegues de su cara. Pero los fotógrafos acechan como aves de rapiña y pueden caer sobre sus presas en un segundo fatal (eso que la Leibowitz hace sin pensarlo). Algo análogo sucedió con Eliane Karp en la memorable foto con el puño en ristre, en el Banco de la Nación, ante la mirada consternada de su marido, el entonces Presidente Toledo, o el actual mandatario, Alan García, en ese baile de derviche arrebatado que todos recordamos.
El punctum –como diría Roland Barthes- de la foto se encuentra, me parece, en la parte superior de la misma. Si dividimos la imagen por la mitad, es decir por la línea ecuatorial, la sonrisa sola tiene la afabilidad y el encanto que por lo general configuran una agradable placidez en el rostro de la ex primera dama. Pero si nos concentramos en la parte superior, es decir en los ojos y el ceño, entonces nos encontramos con una impresión que desmiente la anterior. Aquí asoma una ferocidad que no le conocíamos. Este efecto se ve reforzado por lo oblicuo de la mirada y lo inexpresivo de sus ojos. De hecho, la expresión proviene sobre todo de la movilidad de los rasgos. Si se observa el círculo conformado por los pómulos, las cejas y al centro el espacio entre la nariz y los ojos, hay una circulación dinámica perturbadora. Paradójicamente, parece una máscara, solo que ésta muestra lo que suele esconderse. Si se la mira fijamente, puede llegar a ser insoportable. Esto es ajeno a la energía o la firmeza. Es una agresiva determinación en marcha, que este psicoanalista solo puede calificar de anal.
Ahora es preciso retomar el contexto que habíamos hecho a un lado.
Es imposible dejarlo totalmente de lado, a decir verdad. No podemos dejar de asociar esa cara con las acusaciones de corrupción. Entonces parece que nos estuviera diciendo algo terrible. Ahora estamos muy lejos de esa muchachita embarazada que lucha por liberar a su padre, injustamente encerrado por un país ingrato.
Esa presencia del mal es algo que muchos sospechamos tras la fachada de hijita que se inmola por la liberación de su padre. Como si esa expresión nos advirtiera, amenazante: ni piensen que me van a agarrar con esas cuentas montesinistas (donde nos reencontramos con el aspecto anal retentivo; algo similar comenté, en su momento, sobre la citada foto de Eliane). Admito que esa percepción puede ser una proyección de mis deseos de ampayarla en falta. Pero entonces, ¿por qué lo que siento no es satisfacción ni diversión sino inquietud y turbación? Acaso porque, en este caso, lo premonitorio, como en la foto aludida de Patti Smith, nos atañe a todos. Como si esa foto nos anunciara lo que nos aguarda… si no hacemos algo al respecto.
Publicado por Espacio Compartido .Versión original Aquí
Fotografía extraida de la web : perufotolibre
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