jueves, 9 de diciembre de 2010


VARGAS LLOSA SEGÚN VARGAS LLOSA

Caretas, agosto de 1972
Entrevista: César Hildebrandt

Una conversación, profunda y disipada a la vez, muestra al ahora laureado escritor en su etapa de pleno desarrollo, con sus dudas y temores, con sus deseos y creencias socializadoras de la época. El marco histórico en que ésta se da tiene que ver con el apogeo de la revolución cubana (atacada por todos los frentes por EE.UU y defendida por la URSS) y en el Perú, con el llamado “gobierno revolucionario” del general Juan Velasco Alvarado.
Sus influencias, sensaciones y frustraciones nos revelan a un escritor repleto de vivencias y sufrimientos, capaz de volcarlos en muchos años en adelante. Y así fue, su producción literaria nunca se apagó y ahora podemos disfrutarlo en la cúspide de su madurés.
La nota escrita por un joven César Hildebrandt, es una seguidilla de preguntas y respuestas, sin puntos aparte, a veces, con exceso de comas, pero resulta apasionante leerla de un tirón. Eran los ensayos periodístico-literarios de la época. Las preguntas en negrita  han sido impuestas por este editor para hacer la tertulia más digerible, acorde a los cánones de entendimiento modernos.
----------------------------------------------------------------------------------
VARGAS LLOSA SEGÚN VARGAS LLOSA

Mira, tengo un borrador terminado (otro magma), sí, un magma que tiene la ventaja sobre  los otros de ser considerablemente más corto (¿cuántos miles de páginas?), no, no, éste no tiene sino trescientas y pico de cuartillas, de tal manera que si ocurre, como ha ocurrido con mis otros libros, que el resultado final sea un recorte bastante grande de ese magma, será una historia bastante corta, para felicidad de muchos. Cada vez me cuesta más trabajo escribir, cada vez me resulta más difícil. Ese primer borrador es el que más trabajo me da, el que me hace sentir más inseguro, el que me produce más angustia, (¿no exageras un poco?), no, no, es muy curioso pero creo que a muchos escritores nos pasa que mientras más escribes no obtienes un mayor dominio del oficio, al contrario, a medida que progresas más en tu trabajo y en tus ambiciones lo que va surgiendo son mayores complejidades y dificultades. Mira, cada libro ha significado respecto del anterior una complejidad creciente (una complejidad proporcional a tu ambición), bueno sí, es posible que sea eso. Yo creo que “La Casa Verde” es mejor que “La Ciudad y los Perros” y que “Conversación en la Catedral” es mejor que “La Casa Verde”. “Conversación…..” me importa más porque es una experiencia más reciente, pero ya me importa menos que “Pantaleón y las Visitadoras”. Es decir, me siento muchísimo más comprometido con lo que estoy haciendo que con lo que hice. Sin duda que “Conversación….” Es mi libro más ambicioso, el que me costó más trabajo. Ahora,  es el libro más logrado, pues eso no lo puedo saber tanto yo sino los lectores o los críticos, (¿cuál es tu sensación frente al lenguaje ahora?), mira es una enorme incertidumbre, una terrible inseguridad, el lenguaje es algo que yo nunca he sentido totalmente sometido, yo envidio a escritores que pueden escribir directamente, sé que por ejemplo Alfredo Bryce puede escribir sus novelas así, eso para mí es totalmente inconcebible , la primera versión de un texto mío es algo realmente impresentable, es un mundo de deficiencias y caos, incluso creo que hasta en un nivel sintáctico, es un poco mi manera d trabajar, desarrollar primero una historia, a galope tendido, para que surja el monstruo. Y la dificultad mayor tiene que ver siempre con el lenguaje, incluso te diría que tiene que ver más con los diálogos que con las descripciones, es cuando yo tengo que hacer hablar a un personaje cuando siento la mayor inseguridad, y es cuando corrijo y rehago más. Y ésta novela “Pantaleón….” me cuesta muchísimo trabajo, porque está principalmente centrada sobre las voces de los personajes, es una historia que está más dicha que descrita, hay muchos diálogos plurales, (lasitud, saturación…), bueno, mira, “Conversación en la Catedral” tiene un lenguaje mucho menos llamativo o espectacular que el de “La Casa Verde”,  es incluso deliberadamente monocorde, pero eso es bastante premeditado, mi idea era la siguiente: como la historia que cuenta “Conversación……” es esencialmente truculenta, desmesurada, llena de desbordamientos – crímenes, robos, violencia-, entonces, si esa materia tan excesiva era formulada con un lenguaje espectacular, desmelenado, eso hubiera sido totalmente irresistible para un lector, hubiera tenido los vicios de un radioteatro o una telenovela, mi idea era que ya que la historia era explosiva el lenguaje debía cumplir un papel de contrapeso, que debía apaciguar esos excesos y esa violencia, (una opacidad), sí, que fuera antídoto a la desmesura, (aunque hay excesos contados excesivamente, García Márquez), sí, pero él utiliza otros contrapesos, el humor, por ejemplo, que es disolvente, (“Historia de la cándida Eréndira….”: juego, pirotecnia, ¿tú qué piensas?),mira, yo creo que el problema principal que tiene ese libro es “Cien años de soledad”, su cercanía con un libro de semejante riqueza, pero yo no creo que esos relatos deban ser confrontados con “Cien años de soledad”, creo que ellos son como residuos de ese mundo magnífico, una energía sobrante de Macondo, es un libro que no tiene excesiva importancia pero que está hecho con brillantez, con facilidad, con un cierto tono juguetón, (pero hay algo simbólico: los cuentos se trasladan a un aldea costera, anfibia, una especie de búsqueda de García Márquez por abandonar la mediterraneidad de Macondo, por saltar el charco hacia “El otoño del patriarca”), bueno, yo creo que ese  es su propósito, salir de Macondo y entrar a otro mundo, (tú no has sufrido ese problema, el problema de la historia-lastre, tú has saltado de un mundo a otro con una facilidad irritante), es verdad, bueno, creo por lo menos no tener un tema (una pluralidad de fantasmas envidiable), aunque eso sea algo que podrá juzgarse mejor cuanto esté muerto y pueda ser juzgado orgánicamente, pero tengo la impresión que escribo sobre cosas distintas, que no soy escritor de temas recurrentes. Y además lo que me ha pasado es que yo he empezado a escribir una novela cuando le estaba poniendo el punto final a la anterior, así que no tenía tiempo de sentirme aplastado. Sí, en lo que se refiere a mi trabajo sigo bastante disciplinado, bastante ordenado porque es la única manera como puedo escribir (según Bryce, tú te cuadras antes de escribir), sí, García Márquez decía que tocaba una corneta, pero en lo demás no soy nada ordenado, mira, mi mujer me dice todo el día que soy un caos, desordenado, impuntual. (¿El teatro?), me sigue gustando mucho, me gustaría escribir para el teatro, tengo notas, proyectos, pero es difícil, no sé, siempre estoy metido en novelas que me toman años, pero no descarto la idea de escribir para el teatro. (Leímos hace poco un cable), no creas en los cables, (con declaraciones tuyas sobre la situación económica de Cuba, muy bien explotadas por ciertas agencias de prensa), sí, que me han irritado mucho. Mira, te voy a decir exactamente cómo fue: fue un reportaje que apareció en “El Nacional” de Caracas y en el que yo fui particularmente detallista en explicar por qué me sentía solidario de la revolución cubana, por qué creo que es tan decisiva para América Latina, dije cuánto me había alegrado ahora que el Perú había restablecido relaciones con Cuba, y luego, después de dejar muy en claro mi adhesión a Cuba, indiqué que eso no significaba que no tuviese discrepancias y que consideraba mi obligación expresarlas cuando las sintiese. Bueno, pues ahora resulta que lo único que se publican en lo cables son mis discrepancias con la revolución cubana, eso es muy irritante, (tu posición sobre lo que está pasando en el Perú no ha sufrido variaciones…), no ha cambiado, no, parto de la base de que este proceso significa un progreso considerable, que en muchos campos se han hecho reformas muy profundas que favorecen al país –la reforma agraria, nuestra política internacional, que ahora sí me parece respetable-, ahora, al mismo tiempo, ciertas reticencias que tenía se mantienen porque no ha habido cambios en eso, creo que el régimen tiene una estructura cerradamente militar, que la participación civil es prácticamente nula –es de segundo orden-, que no existe ningún mecanismo de fiscalización popular civil de lo que se hace –de las medidas que aplaudo y de las que me siento solidario- y eso para mí es sumamente preocupante, porque da a todos esos procesos de cambio una precariedad indiscutible. El día de mañana puede haber una revolución en Palacio, de la cual nosotros seamos ignorantes, que cambie unas personas por otras en los puestos de mando del régimen, y todo ese proceso de reformas se puede venir abajo, puesto que no hay una participación popular que lo garantice y active. (¿Miedo a que los temas se agoten?), no, no creo, yo creo que un escritor deja de ser escritor no cuando se le acaba el tema sino cuando resuelve su problema. Insisto en que uno es escritor por infeliz, porque le han pasado ciertas cosas. Yo nunca he sentido esa especie de temor al vacío que sienten algunos escritores. Al contrario, yo siento una especie de nostalgia premonitoria, tengo la sensación de que me voy a morir dejando muchos proyectos de historias que nunca podré escribir, yo creo que aun si no me ocurriese nada más en mi vida y viviera uso 30 años más, tendría material reunido, es decir experiencias suficientes como para seguir escribiendo hasta mi muerte. En todo caso, mi temor es más universal, es de no poder escribir con rigor, con profundidad. Eso sí, pero la posibilidad de encontrarme un día frente a una página en blanco lleno de angustia, eso estoy seguro que no me va  ocurrir jamás. Mi problema es al contrario, que tengo un exceso de temas que quisiera desarrollar, y no sé si voy a tener tiempo para hacerlo. Los problemas con el lenguaje claro que existen, como te decía al principio de la conversación: mis dificultades crecen con cada libro, hay una angustia creciente. No hay nada garantizado, cada libro es una aventura nueva, hay escritores que fueron muy buenos en el primer libro, muy malos en el segundo y pésimos en el tercero, (eso, Mario, me hace recordar a alguien que decía el otro día  que no debería haber primer libro, que debía empezarse por el segundo, ahora la pregunta es: qué pasaba si el segundo era peor que el primero salteado), una de las cosas para mí terribles, tu sabes, es esos escritores que se instalan cómodamente en una especie de puesto alcanzado, que a partir de cierto éxito  se empiezan a repetir, a degustarse, esa es una imagen que me resulta muy penosa. (Como escritor de moda, por lo tanto constantemente allanado por los críticos, me imagino que te habrás preguntado  si las influencias que te han atribuido son ciertas o no, me imagino que después de 10 años de lucha con tantas especulaciones habrás llegado a reconocer definitivamente cinco o seis vertientes de tu obra), bueno, sí, indiscutiblemente, creo que esas vertientes son bastante evidentes. Creo que debo muchísimo a Faulkner, creo que si no hubiera leído a Faulkner no hubiera escrito como he escrito, creo que debo mucho a Sartre, no sé si en el plano de la técnica o del lenguaje narrativo, pero sí en una cierta visión de las cosas, y de algún modo más genérico creo que debo mucho a la novela del siglo XIX. Y hay otros escritores que han influido e influyen en mí, menos contantemente tal vez. Ahora, por ejemplo, estaba leyendo la obra de George Bataille, incluso releí algunos libros que había leído hace muchos años, y para mí fue una verdadera revelación descubrir cómo muchas cosas que he dicho en “Historia de un deicidio” proceden indiscutiblemente   de Bataille, de su “Literatura y el mal”, que yo leí con gran entusiasmo hace unos diez o doce años y que creía haber olvidado. Ciertas concepciones, una cierta visión maldita de la vocación literaria, fue descubierta en mí por la lectura de Bataille. Yo no tengo ningún temor a denunciar mis influencias. Lo que pasa es que un autor no es muchas veces consciente de sus influencias, de pronto una novela, un poema leídos distraídamente, se fijan e influyen más que las obras que más nos gustan. En todo caso, estoy mucho más cerca de los novelistas que escribieron el “Amadis….” o “La guerra y la paz”, que de los jóvenes experimentalistas y estructuralistas contemporáneos (a pesar de que has contrasueleado  el lenguaje tanto como ellos), sí, pero yo con la idea de, a través de esos contrasuelazos, hacer más claras ciertas personalidades, ciertas acciones. (¿No hay un libro que últimamente te haya impresionado sobremanera?), bueno, sí, he releído “Madame Bovary” (siempre recurrente), pero ahora lo he leído por razones más interesadas que otras veces, porque va a salir una nueva traducción y entonces voy a escribir un prólogo, y ha sido una experiencia muy hermosa, porque el poder de hechizamiento del libro se mantiene intacto……Yo reconozco que uno de mis defectos es una cierta tendencia hacia la proliferación, a mí podría  ocurrirme empezar a escribir una novela  y ya no terminar nunca más, seguir escribiendo, es una especie de amenaza que siento como posible, no solamente como una broma….Bueno, yo sigo siendo optimista en el sentido de que el socialismo tendrá que avanzar hacia formas menos rígidas, hacia formas democráticas, de tolerancia, y que el triunfo de los oscurantistas y de los dogmáticos será siempre pasajero, pienso que el socialismo marcha porque tiene que marchar hacia estructuras más plurales (hacia una situación óptima en la cual tú seguirías siendo el cuestionador repulsivo para los congeladores del sistema), yo creo que esa sería la función de la literatura, sí, creo que dentro de esa sociedad infinitamente mejor que admitiera  la discrepancia, el rol del escritor sería demostrar a sus lectores, que serían todos, que la realidad siempre está mal hecha, que siempre tiene imperfecciones, que siempre se debe exigir más, que la historia debe marchar hacia esa imposible felicidad general, (a propósito de felicidad, tú pareces  haber sobrevivido a la fama), mira, cuando yo empecé a publicar y ocurrió todo, bueno, me sentí inmensamente halagado, un poco mareado. Y ahora que han pasado como diez años te puedo decir con toda sinceridad que eso que se llama la fama no ha hecho sino crearme dificultades y problemas, es una de las cosas que conspira más contra mi trabajo, ha disminuido inmensamente mi libertad de movimiento. Es increíble cómo afecta eso de ser un personaje más o menos público, y lo peor es que uno no sabe si todo eso que se rechaza, que conscientemente se juzga como una tontería, de una transitoriedad total, uno no sabe si en el fondo es afectado, dañado por la persecución. Yo acabo de tener una especie de polémica, tú sabes, en Caracas. Angel Rama nos acusó públicamente a los escritores del llamado boom de ser unas vedettes, de buscar ser personajes públicos, y eso fue algo tremendamente doloroso, porque yo creo que el malentendido que convierte en personaje a un escritor, que le da la popularidad de un futbolista o de un cantante, es algo que ni por el más frívolo y superficial autor puede ser deseado, porque eso sólo trae complicaciones, y tú no puedes decir nada que inmediatamente no sea manipulado, distorsionado, y tendrías que pasarte la vida desmintiendo, aclarando. Entonces dices no concedo más un reportaje y apareces como un pedante, un soberano creído, y es una imagen que tampoco quiero dar. Ahora, lo que me consuela es que sé que eso es absolutamente efímero, (la imagen de Vargas Llosa es la de un escritor congénito, alguien que trajo al mundo ese defecto de fábrica, pero imagínate –haz un esfuerzo  descomunal- que la literatura no existiese sobre la faz de la tierra), pues sería un hombre de acción, no un científico, no un hombre de gabinete, sino alguien volcado hacia afuera, si hubiera vivido en el siglo XIX me hubiera gustado tener la vida que tuvo Conrad antes de ser escritor, un aventurero, un explorador, tengo una nostalgia de la que no me he librado nunca, quizá cierta frustración de ese tipo es la que hace que para mí la acción sea tan importante en lo que escribo, tan fundamental, eso es lo que me hubiera gustado ser, sí.

Vargas Llosa Segun Vargas Llosa- Caretas- 1972

martes, 7 de diciembre de 2010


Rehenes de Gamarra




Este es el video sin editar que ninguno de los canales se atrevió a retransmitir de los sucesos en el Banco Continental del jirón Gamarra. En él se aprecia, en primer  lugar, la valiente performance del videoreportero Romel  Álvarez  de Panamericana Televisión, a la vez que sus imágenes resumen las horas de terror vividas en ese  recinto. También perenniza el desasosiego, el miedo y  la violencia que una sociedad  hacinada y sin orden es capaz de anidar en la mente de un joven desbocado y sin rumbo.

El camarógrafo supo retener su posición privilegiada pese a los varios intentos de los agentes SUAT por desalojarlo. Se hizo pasar como hombre de “inteligencia” y así pudo captar éstas escalofriantes imágenes, con primeros planos que detallaban el dolor y sufrimiento de los sobrevivientes, mientras que la vida de su verdugo se extinguía en las frías losetas de la agencia bancaria.

Una historia inédita

Había pasado apenas el mediodía del viernes 3 de diciembre y el emporio comercial de Gamarra se aprestaba a retomar su vértigo. Los cambistas afincados en la vereda del céntrico Banco Continental  (ubicado debajo de la gigantesca galería “Guisado Hnos” ), con sus conocidos  chalecos verde fosforescente, contaban maniáticamente sus billetes como llamando en un rito inconsciente a sus clientes. Nadie presagiaba que la monotonía iba a ser rota tan violentamente.

Sucedió en segundos. Cambistas  y transeúntes solo vieron salir despavoridos a dos policías y varios civiles de la puerta principal que se cerraba desde dentro con una sonora cadena.

Horas antes un dispositivo especial de seguridad e inteligencia se había desplegado por las 40 manzanas que conforman la zona comercial más pujante del país. Justamente,  las fuerzas de seguridad esperaban alguna acción llamativa de los remanentes senderistas en la capital ya que ese día era el  cumpleaños de su líder histórico, preso en la base naval del Callao. Por la zona, decenas de policías estuvieron pidiendo documentos a los que consideraban sospechosos.

Tarde de perros

Un alucinado asaltante había ingresado al recinto, cargado con dispositivos electrónicos, una pistola y un maletín bomba. Era un suicidio planificado. Se había cubierto el rostro prolijamente para que nadie lo reconociera en las imágenes de las cámaras de seguridad y pudieran interferir en sus planes utilizando a conocidos y familiares para hacerlo cambiar de actitud.

Sus delirios, fracasos consecutivos y  frustrados afanes de reconocimiento juvenil  habían mellado su psiquis. Su mundo se había derrumbado y con él sus afanes inconscientes de vengarse de una sociedad que nunca lo albergó llegaron a su pico más alto. Sus años en la milicia solo le sirvieron para cristalizar sus afanes violentos anidados en su alma desconsolada.

Lo demás es historia conocida. Un certero disparo en la sien acabó al fin con su pesadilla y la tarde de terror que había planificado macabramente. Más de treinta personas sobrevivieron al infierno desatado por aquel enajenado muchacho provinciano al que su madre le puso como nombre un apellido y  la dura realidad capitalina se encargó de expectorar en una tarde de perros.

viernes, 3 de diciembre de 2010


El alcalde y las chalinas



Por Gustavo Gorriti
Fuente: revista Caretas
02 de diciembre de 2010




De acuerdo con el lenguaje de sus acciones, porque del verbal apenas se le conoce el silencio, Antonio Meier, el todavía alcalde de San Isidro, considera que la historia del Perú asusta a los niños de su distrito. Lo que le falta es pedirle a Disney que la transforme.
El asunto es tan absurdo que uno vacila entre la indignación y la risa. Es la farsa que se alucina drama, el cretinismo con aires solemnes.


El primer acto fue el día jueves 25. La muestra sobre la chalina de la esperanza se inauguró en la biblioteca de la municipalidad de San Isidro. El trabajo estuvo a cargo de un colectivo de dos fotógrafas y una periodista, que escogió un nombre: Desvela, sugerente a la vez de insomnios y revelaciones. Paola Ugaz, Morgana Vargas Llosa y Marina García Burgos tuvieron la idea de que las miles de memorias heridas, los lutos que oscurecen la supervivencia, las desapariciones que se clavan en el recuerdo, pudieran tejerse y así, punto a punto, reconstruirse para dejar de penar.


Tuvieron la idea, según entiendo, al cubrir el trabajo de antropología forense en Putis y hablar con los sobrevivientes. Y así fueron conociendo otros y otros casos. Hablar con una madre cada vez más anciana, que recuerda a su hija eternamente joven, tal como era el día que la vio por última vez, y que sigue pensando en encontrarla porque no la pudo despedir. No una, decenas, centenares de casos de vidas en las que todo se marchita menos el dolor.
Así que las animaron a tejer sus recuerdos y sus casi siempre imposibles esperanzas en chalinas individuales. Luego las unieron en un tejido que se hizo una muy larga fila de memorias, de nombres, de vidas, al fin juntos.


El colectivo se desveló de veras para montar la muestra. Estuve en la inauguración y, como casi todos los muchos asistentes, quedé impresionado por la enorme fuerza de representación de ese tejido multitudinario. “Ahí está mi hijo”, señaló una señora un retazo de la chalina donde estaba tejido un nombre y una fecha ya lejana. La noté conmovida pero sin la pena de estar sola. La memoria que ella no dejó de recordar y buscar ni por un día, estaba ahora abrigada y  no estaba sola.


Al fondo, en una pantalla grande, se sucedía una muestra de las fotos más representativas de los años de violencia. Ahí estaban fundamentalmente las fotos de Óscar Medrano y también había varias de Vera Lentz, Carlos Bendezú, Morgana Vargas Llosa y Marina García Burgos.
Y así terminó el acto del jueves por la noche.
El viernes sacaron el televisor y cancelaron el video y el audio. Lo hizo María Paz Ortiz de Zevallos, una funcionaria de la municipalidad que actuó por orden de Antonio Meier.
El sábado por la mañana, Paola Ugaz fue a ver cómo iba la muestra y se encontró con que no solo habían sacado toda la exposición de fotos y de audio sino que habían puesto barreras para que no se pudiera ingresar a la muestra de chalinas.


Ese día y el domingo fue creciendo el escándalo. El domingo por la noche hubo una reunión final del Colectivo con Ortiz de Zevallos quien repitió que la orden de Meier había sido retirar la muestra de fotos porque, según dijo, “los niños son los principales afectados”. Dijo además, según una de las participantes en la reunión, que las fotos “eran tendenciosas” y que debieran haber sacado a señoras tejiendo bucólicamente.
El lunes, con algunos incidentes entre periodistas y miembros de seguridad municipal, las organizadoras retiraron la muestra, que logró un record doble: la chalina más larga exhibida por el período más corto.


Eso es lo que pasó. Y el incidente me hizo recordar y extrañar a Hubert Lanssiers, filósofo, maestro, noble capellán de prisiones: “A mi una cosa que me resulta muy cansadora”, me dijo en una entrevista, “es luchar contra la imbecilidad. Tú puedes luchar contra la maldad, que tiene una cierta lógica, pero contra la necedad es imposible. El tipo esta cerrado, sin grietas, sin fallas”.


¿Qué consejo se le puede dar a un necio militante? ¿Qué puede hacer para que no se le asusten los niños?


¿Por qué no les enseña nuestra historia interpretada por el ratón Mickey, el pato Donald, el perro Pluto y la vaca Clarabella? ¿Un solemne Tribilín despachando en la alcaldía?
Junto con la corrupción, uno de los grandes problemas en el país es el de la expansiva estupidez. Que se siente digna y respetable en su momento más cretino.


Es verdad que la desinformación de individuos como Rafael Rey, que han atacado el derecho a la verdad para reemplazarlo por supercherías, ha persuadido a algunos simplones y estimulado a otros cínicos.


Pero sostener, como hizo Meier a través de su funcionaria, que las fotos de Óscar Medrano, que retrató al país en su hora más trágica y recogió las luctuosas imágenes de los hechos de la guerra con una visión permeada por el respeto a las personas y el cariño por su pueblo ayacuchano, deben ser censuradas porque asustan a los niños, solo me indican que quizá no solo es improductivo sino excesivo criticar al aún alcalde. A algunos les cuesta llegar a ser inimputables. A otros les sobra la vocación.


Si alguna utilidad emerge de este patético episodio, debiera ser la decisión –ojalá que de la inmensa mayoría– de reclamar el derecho a la verdad; de superar la pugna estéril de grupos y sectores por imponer una versión de la historia antes que la búsqueda de la verdad de los hechos pasados.


Hacerlo ya es lo suficientemente difícil. Tener que pelear por el derecho a investigar, descubrir, revelar, es inaceptable. La verdad puede ser incómoda, pero es una, no varias. Y por dura que sea, enseña. Esconderla tiene, en el medio y largo plazo, un precio mayor que la ignorancia.