Nadie debería alegrarse que otro vaya preso. Dicen que la prisión es el infierno consolidado en la tierra.
Camino por la ciudad y todos los que se enteraron de las nuevas dejan percibir su alegría o tristeza. Otros, indignados, no quieren siquiera tocar el tema. Hay una revancha anidada en su corazón. Me pregunto: ¿Revancha de qué? Acaso ellos forman parte del problema; acaso a ellos los han condenado al purgatorio.
Porqué un ciudadano podría irritarse porque a otro, que algún día dirigió los destinos de su país como si se tratara de su chacra, sea sancionado -no por enriquecimiento ilícito o malos manejos-, sino por crímenes masivos, torturas, secuestro, etc, etc.
Acaso no hemos terminado de aprender que, un crimen de la envergadura que se ha demostrado cometió el japonés, nos debe empalidecer de estupor y vergüenza.
Lo que cabría en el ánimo de aquellos que algún día, engañados, admiraron su firmeza e indoblegable voluntad de hacer las cosas, es un profundo acto de meditación. Y si el dolor se asoma, porque siempre duele ver caído a un ser querido y admirado, quedan los recursos del consuelo, primero, y del desencanto, después.
Pero, si aun así, seguimos dolidos y reconvencidos que se ha cometido una injusticia debemos ir pensando que estamos rondando los feudos del fanatismo.
Ah, pero si comenzamos a ver a aquellos que no sufren a nuestro lado como enemigos y queremos destruir todo lo que transcurre en sentido contrario (sin contar nuestro naciente odio por los conversos), es que ya nos estamos volviendo locos de ira y de despecho.
Qué nos puede llevar a creer ciegamente en un hombre que se alucina un salvador y el estratega ideal, pese a las pruebas mostradas y enrostradas durante 15 meses de juicio trasmitido en vivo y en directo.
Qué más hace falta para ser convencidos que estuvimos al frente de un fiasco, de un ególatra capaz de maquinar cualquier cosa con tal de mantener la venda en los ojos de los menos esclarecidos e informados. Recordemos que el condenado ex presidente, en abierta conjunción de ideas con su admirado asesor, hizo que aprueben la reelección indefinida.
Es decir, de no mediar la cruda venganza de la despechada Pinchi Pinchi, hasta hoy hubiésemos tenido que soportar al “chino” manejando los hilos de la mafia que se descubrió cuando cayó el régimen y todos los miasmas afloraron.
Ahora, que todas las fuerzas fujimoristas son aglutinadas y movilizadas para presionar a la nueva instancia judicial que revisará la sentencia del ex dictador, debemos avocarnos a aligerar posiciones extremas que, de enfrentarse, a nada bueno puede conducirnos.
Mientras que esto sucede en un sector de la civilidad, en las esferas del poder mediático, varias avestruces empinan la cabeza nuevamente para cumplir su papel. Grandes empresarios televisivos reciclan sus valores y se alinean con la facción política –que según las encuestas- podría resultar vencedora en las próximas elecciones generales.
Periodistas van, periodistas vienen y la mafia retoma poder de chantaje y coacción política. A las mónicas y nicolases, se suman ahora los impredecibles betos y jaimes.
Un claro norte que se avizora es intentar disolver la condena contra Fujimori. Empujar a la Justicia y a la opinión pública que acepte una amnistía a su favor.
Para esto reclutan vía chantaje,a varios medios que ni en sueños veíamos alineados tras la causa del chino.
Estamos avisados.
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