domingo, 28 de junio de 2009


El Triunfo de las Consignas Retrógradas

TRIBUNA:
MARIO VARGAS LLOSA
Victoria pírrica
28/06/2009
El triunfo de los indígenas de la Amazonía, al derogar el Gobierno los decretos para el desarrollo de la zona, mantendrá su desamparo. Seguirán con las peores expectativas de salud y vida del Perú
La semana pasada el Congreso peruano derogó los decretos legislativos que habían provocado una revuelta indígena de grandes proporciones en la Amazonía: bloqueo de carreteras, toma de empresas, paralizaciones y acciones armadas en las que perecieron 24 policías (degollados, alanceados y quemados) y 10 civiles (abaleados) y unas 150 personas resultaron heridas, según cifras verificadas por la Defensoría del Pueblo. La víspera, desde Palacio de Gobierno, el presidente de la República, Alan García Pérez, promotor de aquellos decretos, había hecho su autocrítica, lamentando no haberlos consultado previamente con las comunidades indígenas y explicando que este repliegue del Gobierno se hacía en aras de la paz y para poner fin al derramamiento de sangre.
El Gobierno debió de llevar a cabo una campaña de información y diálogo con las comunidades
El gran triunfador de esta operación es, por supuesto, el comandante Hugo Chávez
De este modo, la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), a la que están afiliadas unas 1.300 comunidades nativas, y su dirigente Alberto Pizango (ahora asilado en Nicaragua), que lideraron el movimiento rebelde, obtienen un triunfo indiscutible. Aunque, para guardar las formas, la abolición de los decretos ha venido acompañada de una vaga propuesta de instalar una mesa de negociaciones para, en adelante, armonizar ideas entre autoridades y nativos, todos sabemos que ni éste ni probablemente futuros Gobiernos osarán en el Perú volver a intentar meter la mano en la Amazonía para alentar la inversión privada y el desarrollo económico de esta región, la más pobre y despoblada del Perú, que representa unos dos tercios de la geografía nacional.
Una cosa está, pues, totalmente garantizada: los 332.000 nativos amazónicos, que, según el censo de 2007, distribuidos en unos 15 grupos etno-linguísticos, hablan cerca de 70 dialectos, seguirán siendo en los años venideros los ciudadanos más desamparados y explotados del Perú, los que reciben la peor educación, tienen menos oportunidades de trabajo y las peores expectativas de salud y de vida de todo el país. Si esto no es una victoria pírrica, ¿qué es?
A pesar de su lenguaje algo difuso, los satanizados decretos estaban en el fondo bastante bien orientados.
Perseguían una necesidad imperiosa: atraer inversión privada y tecnología de punta hacia una región que tiene grandes reservas de gas, petróleo y muchos minerales y podría ser una fuente de prosperidad y modernización para ese país pobre que es el Perú, empezando, claro está, por quienes más ayuda necesitan: las comunidades nativas de la Amazonía. Es falso de toda falsedad, para cualquiera que eche una simple ojeada a los decretos en cuestión, que en ellos se pretendiera desconocer el derecho de propiedad de los nativos a sus tierras ancestrales. Al revés: su propósito, explícito e implícito, era demarcar estas circunscripciones a fin de que su legalización fuera efectiva y no, como hasta ahora, una mera abstracción contradicha a diario por las invasiones múltiples de que esas tierras son víctimas por parte de los narcotraficantes, la deforestación salvaje que va convirtiendo sus selvas en desierto, la minería ilegal y la enloquecida contaminación de ríos y lagos que está aniquilando la fauna y la flora amazónicas.
Es verdad que el Gobierno, antes de enviar al Parlamento estos decretos, debió llevar a cabo una campaña intensa de información y diálogos con las comunidades nativas. No es seguro que hubiera sido más eficaz que los demagogos y extremistas que, desde hace tiempo, con el apoyo desembozado de Evo Morales y Hugo Chávez, vienen intoxicando a toda la región amazónica con una prédica revolucionaria cuyos soportes básicos son el anti capitalismo, el nacionalismo y el racismo.
Es decir, el rechazo de la empresa privada y de la inversión extranjera -salvo, claro está, si ella es venezolana, cubana o iraní- a la vez que el reconocimiento de "naciones indígenas" que tendrían el derecho exclusivo a las tierras amazónicas. Pero, intentando aquel diálogo, al menos se habrían evitado los muertos y heridos, y los grandes daños materiales que esto ha causado al Perú. Y el Gobierno se hubiera ahorrado una derrota política que los enemigos de la democracia -una minoría de resentidos y nostálgicos de Stalin, Mao Tse Tung y Sendero Luminoso- van a interpretar ahora como un incentivo para nuevas acciones violentas que acaben con el dinámico ritmo de crecimiento que tiene el país, lo arruinen y de este modo lo acerquen más a la órbita chavista de la revolución bolivariana y al "modelo" cubano.
Conozco bien la Amazonía peruana, donde he estado muchas veces y donde suceden tres de mis novelas, y he visto de cerca las terribles condiciones de vida de sus comunidades nativas. Desde el siglo XIX, cuando el apogeo del caucho, los indígenas de la selva han sido maltratados de manera inicua, expulsados de sus tierras por mercaderes esclavistas, diezmados en las caucherías, y, más tarde, brutalizados por aventureros sin escrúpulos que buscaban oro y otros metales, por los narcos, por los guerrilleros y por las fuerzas del orden, y siempre olvidados por los Gobiernos de la República, ninguno de los cuales se preocupó jamás de la suerte de esta minoría que representaba muy poco desde el punto de vista electoral.
Por eso, entre todas las regiones del Perú, ninguna como la Amazonía requiere con más urgencia que la anarquía y la "ley de la selva" que allí imperan sean reemplazadas por un orden legal justo y estable que garantice a las comunidades nativas sus derechos y les abra las oportunidades de mejora y progreso que sólo el desarrollo económico -es decir, la multiplicación de empresas privadas e inversiones nacionales y extranjeras- y la legalidad democrática pueden conseguir.
En las regiones del Perú donde ello ha ocurrido, como en Lima y en toda la región del litoral y en muchos lugares de la sierra norteña, el progreso en estos últimos años ha sido espectacular, ha reducido los niveles de pobreza, generado altísimas tasas de empleo y, gracias al canon minero, dotado a las provincias de unas rentas que jamás tuvieron en el pasado. A esto acaban de renunciar de manera suicida las comunidades amazónicas que siguieron las consignas retrógradas de Alberto Pizango.
No sólo él debe estar frotándose las manos ahora, en su exilio nicaragüense. También Fidel Castro y el gran triunfador de esta operación que es, por supuesto, el comandante Hugo Chávez. El Perú es una de las dos espinas que tiene clavadas en la garganta el caudillo venezolano. La otra, Colombia. Para sus sueños megalómanos de convertirse en el nuevo Bolívar, en América del Sur tiene ya secuestrada a Bolivia, semi secuestrado a Ecuador, neutralizada a Argentina que, de todas maneras, en la olla podrida en que han convertido a ese antiguo gran país los esposos Kirchner, podría seguir descomponiéndose hasta caer atada de pies y manos en sus brazos.
Brasil es demasiado grande y lejano para poder tragárselo, pero el astuto Lula, que tiene su propio proyecto -a años luz del de Chávez- nunca le hará sombra, ni se le enfrentará, mientras pueda sacar provecho de los petro dólares venezolanos que el hombre fuerte de Caracas derrocha a discreción.
Chile ya despegó, ya casi no es un país del tercer mundo, de manera que a lo más que podría aspirar Chávez es a ayudar a desestabilizarlo. Perú y Colombia, en cambio, son dos objetivos que todavía podrían caer en sus redes. Por eso, el caudillo venezolano ayuda a las FARC colombianas y a las bandas ultra revolucionarias (mezcla de narcos y terroristas) que operan en la región peruana del Apurímac y del Ene, y patrocina generosamente a las fuerzas políticas de extrema izquierda que en ambos países tratan por todos los medios, legales o ilegales, de atascar el modelo -democracia política y economía de mercado- que, en los últimos años, a Colombia, y sobre todo al Perú, ha traído un progreso sin precedentes.
Este es el contexto en el que hay que situar lo ocurrido en la Amazonía peruana para entenderlo cabalmente. La responsabilidad de quienes, de manera tan insensata como demagógica, han utilizado a las comunidades indígenas movilizándolas en una guerra abierta contra unas medidas de las que hubieran sido las primeras beneficiarias, inculcándoles las estúpidas mentiras según las cuales aquellos decretos formaban parte del Tratado de Libre Comercio firmado entre el Perú y Estados Unidos y querían privarlos de sus tierras (que nunca han tenido de verdad) es enorme.
Por lo menos ha quedado demostrado, una vez más, que no hay límite moral ni político que los enemigos de la libertad no estén dispuestos a transgredir. Y, también, que las reformas que emprenda un Gobierno democrático, por más beneficiosas que sean, deben alcanzar un consenso popular antes de ser emprendidas, para que, como ha ocurrido en este caso, no resulten contraproducentes y terminen agravando los problemas que querían resolver.
© Mario Vargas Llosa, 2009. © Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas
Ediciones EL PAÍS, SL, 2009.
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Le responde http://grancomboclub.com desde la otra acera
¿Victoria Pírrica? De Ninguna Manera
Por Silvio Rendon - Publicado el 28-06-2009
Mario Vargas Llosa en Victoria pírrica se alínea totalmente con el gobierno de Alan García.
Se equivoca el político y escritor. Y patina.
Tal vez su patinazo más flagrante es el siguiente:
las estúpidas mentiras según las cuales aquellos decretos formaban parte del Tratado de Libre Comercio firmado entre el Perú y Estados Unidos
Vargas se lo atribuye a los adversarios del gobierno alanista. Sin embargo, esto lo dijo el gobierno en palabras de la Ministra Mercedes Aráoz. Salió en primera plana en varios periodicos nacionales, y lo que es peor, la ministra siguió diciendo que el TLC estaba en riesgo por haberse derogado “aquellos decretos” a los que alude el escritor. Las “estúpidas mentiras” vinieron del gobierno, y fueron emitidas como argumento para que la ciudadanía apoye los decretos. Es más, estas “estúpidas mentiras” están en los preámbulos de los propios decretos, lo cual sugiere que el Sr. Vargas Llosa no los ha leído, ver El TLC no exigía “el perro del hortelano”.
El escritor y político se imagina que el gobierno de Alan García está en la lógica de beneficiar a los nativos amazónicos a través de la inversión privada:
[Los decretos] Perseguían una necesidad imperiosa: atraer inversión privada y tecnología de punta hacia una región que tiene grandes reservas de gas, petróleo y muchos minerales y podría ser una fuente de prosperidad y modernización para ese país pobre que es el Perú, empezando, claro está, por quienes más ayuda necesitan: las comunidades nativas de la Amazonía.
Los nativos no se han opuesto a la inversión, pero sí han afirmado su derecho a que se les consulte sobre cualquier medida que los pueda afectar. Sin embargo, aquí cabría reconocer que la inversión privada no es tan esplendorosa como supone el político y escritor. En el Perú comunidades como las piuranas Tambo Grande y Majaz en referéndums (referenda), democráticamente, rechazaron la presencia minera, ver aquí. ¿Por qué ocurre esto? ¿Tal vez porque estas comunidades tienen vocación de atraso y les gusta las “victorias pírricas”? De ninguna manera.
Omitiendo información ante los lectores extranjeros, desde luego que el rechazo ciudadano al discurso gubernamental tiene que aparecer como algo irracional, de fanáticos, o algún complot extranjero. La contaminación petrolera en la Amazonía lleva ya un buen tiempo, ver el caso de Oxy aquí, sin que las comunidades nativas vecinas haya experimentado ninguna “espectacular” salida de la pobreza. Contaminación sin compensación. Cualquier persona con sentido común evitaría un vecino así. Pero eso no es todo.
Antes de dar, con poderes extraordinarios, los dizque tan beneficiosos decretos el presidente Alan García escribió una serie de artículos aparecidos en El Comercio titulados “el perro del hortelano”. Los nativos no usaban los recursos ni dejaban que otros los usaran. ¿Suena esto a un discurso que sinceramente quisiera beneficiar a los nativos? Pues ocurre que en la región San Martín el nacionalmente poderoso grupo Romero ha estado acaparando tierras a partir de todos estos decretos, aquí. Varias empresas van entrando en la selva con poco o nada de respeto con los derechos de los nativos. Esta entrada se produce además en medio de denuncias de corrupción en los altos círculos gubernamentales, los faenones que se tumbaron al gabinete Del Castillo, y el espionaje industrial y político de grupos petroleros. Esta “inversión privada” no viene con transparencia ni augura nada bueno para los nativos. Bueno fuera que los beneficiara en la forma que se imagina el Sr. Vargas Llosa. El problema es que los beneficios se diluyen. Los impuestos que pagan las empresas van al estado (en sus múltiples instancias) y éste ya verá cuándo y a quién compensa por la externalidad. El político Vargas Llosa mantiene un esquema unilateral en su visión sobre las inversiones en la selva. No ha asimilado a su análisis los diversos costos asociados con estas inversiones.
El político y escritor finaliza su artículo respaldando la tesis del complot de Chávez y Morales, con una temeraria afirmación, que no se ha escuchado en el país. Leámosla:
el caudillo venezolano ayuda a las FARC colombianas y a las bandas ultra revolucionarias (mezcla de narcos y terroristas) que operan en la región peruana del Apurímac y del Ene, y patrocina generosamente a las fuerzas políticas de extrema izquierda que en ambos países tratan por todos los medios, legales o ilegales, de atascar el modelo -democracia política y economía de mercado- que, en los últimos años, a Colombia, y sobre todo al Perú, ha traído un progreso sin precedentes. Una acusación muy temeraria: acusar a Chávez de narcoterrorismo en el VRAE no suena para nada. Con esto el autor plaga su texto de varias equivocaciones muy evidentes.1 (Recuerda a Correo que hizo pasar lo ocurrido en Bagua por el VRAE).
Las comunidades nativas, como las de Tambo Grande y Majaz hace algunos años, no obtuvieron una victoria pírrica. Han dado un paso en evitar que las contaminen como Choropampa y después no las indemnicen o les den una miseria. Se están salvando de que les llenen los ríos de chapapote como ocurrió con el río Corrientes por la Oxy, y sigue por Pluspetrol, o como ocurrió con Texaco en el Ecuador. Lamentablemente, el notable escritor y regular político no está teniendo ojos para ver algunas realidades que se viven en el Perú de hoy. Si hace veinte años en nombre de la libertad salió a defender de Alan García la propiedad privada de los banqueros, hoy sale a defender a Alan García y a un estado que en nombre de “todos los peruanos” le niega a las comunidades nativas la libertad de elegir sobre lo que se hace en sus territorios ancestrales.
Imagen de García y Vargas tomada de aquí.
Otra equivocación vargasiana está en las cifras, pues hay reportes de muchas más víctimas nativas, subreportadas en las cifras de la Defensoría, intimidada ésta por la policías el mismo día del “baguazo”. Hay además reportes de torturas y maltratos a los detenidos nativos, aquí. []
Extraído de elgrancomboclub, 28 de junio de 2009

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