lunes, 29 de junio de 2009


Amores que Matan

“Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes,
es que mueras por mí.
Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.”
*Extracto de la canción “Contigo” de Joaquín Sabina
Los celos lo sentimos desde que nacemos. Quién no ha sentido que le arrebatan el amor de su madre cuando, de niños, percibimos que llega al seno del hogar otro hermano o, simplemente, la madre dedica su interés a otro que no es uno mismo.
Desde los albores de la humanidad se han producido incidentes, muchos de ellos fatales, motivados por los celos. Los crímenes pasionales, no son exclusividad de las ensangrentadas páginas de la prensa amarillista. Siempre existieron y siempre dieron que hablar y despertaron curiosidad entre los que analizaban nuestras mentes y comportamiento social.
La teoría del apego, del sicoanalista inglés John Bowlby es la más aceptada para describir el origen de los celos. Señala que el niño desde que nace siente un apego a su madre como un sentimiento vital de protección y cuando crece, este bastón emocional lo busca en la pareja, llámese novio o esposo. De acuerdo a esta teoría los celos serian la reacción natural ante la posibilidad de perder a nuestra pareja, acompañante o protector.
La diferencia entre los celos normales y los enfermizos o patológicos, estaría determinado por la intensidad de los mismos y al hecho que se deban a causas justificadas o infundadas. Pareciera normal que un hombre o una mujer cele a su pareja en público, porque suele percibirse como una demostración de un amor que rebasa los términos cotidianos, pero no siempre representa un sentimiento sano del uno al otro. Más bien se trata del acoso desesperado de un ser que siente terror de perder a quien cree es su propiedad.
Los celos enfermizos (celotipia para los psiquiatras), suelen venir acompañados de una infelicidad que se transmite, en un feed-back escabroso, entre el que cela y la víctima de ese sentimiento tan posesivo que arrasa con toda razón. El que cela sufre angustiosamente porque percibe que el ser amado, en el que descansa todo su mundo, puede partir al menor descuido y el celado padece porque ve todas sus libertades constreñidas por la dudas de su pareja. El ser individual, social, el logro personal y mutuo se ven aplastados por los designios y proyectos de uno solo de los conformantes de la pareja.
Es así que el hartazgo comienza a rondar en la relación. Cuando la persona acosada y dilapidada anímicamente por la relación tumultuosa, pretende levantar cabeza, salen a relucir las amenazas y chantajes. Y si la víctima no rompe rápidamente con el círculo vicioso, el maridaje se vuelve altamente tóxico. Casi siempre desencadena en agresiones físicas que pueden acabar, fácilmente, en una tragedia.
Este tipo de relación emocional siempre termina en una ruptura violenta o en el sometimiento de la víctima. En casos extremos, cuando la personalidad del celoso es avasalladora e imponente, se puede llegar hasta el asesinato del ser “amado” o conducir al suicidio de la víctima.
Muchas historias con este final se han escrito y dado a conocer en nuestro medio. Claro, son pocas las que, por involucrar a personas conocidas, se ventilan con profuso interés, pero son cada vez más frecuentes.
El triste final de este tipo relación amorosa enfermiza, casi siempre arrastra a las familias de los dos componentes. Cada una se culpa de ser la que ocasionó la tragedia, pero realmente la culpa se anida en una reprimida sexualidad y a traumas infantiles por el desapego de quienes deberían brindar protección y amor al que más tarde se convertirá en victimario por un amor mal concebido.

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