Hace más de un año que se escucha la misma cantaleta: El Perú enfrenta una nueva amenaza senderista que habría adquirido la forma de operar de las FARC colombianas. Y como cada cual quiere hacerse más famoso y obtener para sí el máster de “senderólogo”, el sociólogo Jaime Antezana reclama la autoría de la tesis y pretende imponer el neologismo “farcarización” para definir el accionar de la banda de los hermanos Quispe Palomino en las zonas del VRAE y Vizcatán.
Lo cierto es que existe un remanente senderista que se ligó abiertamente al narcotráfico, luego que la policía desarticulara la estructura político-militar de sendero y sus mandos históricos se rindieran. Aunque, los más enterados, afirman que el matrimonio de terror entre Sendero y las firmas del narcotráfico datan desde inicios de la subversión, allá por 1983, cuando los maoístas en sendas matanzas de sicarios de las firmas allí constituidas, lograron controlar un extenso territorio que comprendía desde Tingo María hasta Uchiza (cerca a Tarapoto).
Allí impusieron sus leyes. Lograron rearticular lazos con los “capos” que decidieron seguir acopiando droga en la zona controlada por Sendero. Las firmas de narcos contrarias a Sendero se refugiaron más al norte, en Tarapoto. Otras, le declararon la guerra aliándose con sectores corruptos del Ejército que también hacían trasteo de droga, incluso, en helicópteros, evitando así los controles senderistas.
Viejas relaciones y negocios
La zona del alto Huallaga ha sido desde la década de los 70s productora de pasta básica de cocaína, la cual antes era llevada en bruto a laboratorios colombianos, pero luego pasó a ser productora de cocaína de alta pureza, gracias al convenio que a partir de 1990 sostuvo el líder senderista “Artemio” con químicos y representantes de firmas colombianas.
Y estamos comentando hechos que sucedieron cuando Sendero estaba en la cúspide de su accionar y cuando, incluso, en las propias FF.AA se hablaba del peligro de llegar a una paridad militar con la subversión, producto de la ferocidad de sus acciones que tenía aterrorizado a medio país.
Dos facciones: Una en el olvido y otra en el sicariato
No pasó ni un año de la captura de Abimael Guzmán (septiembre de 1992) cuando la cúpula senderista ordenó a sus huestes la paralización definitiva y unilateral de acciones armadas. Firmaron un engolado documento que más que otra cosa era un acta de rendición y reconocimiento de una derrota militar e ideológica (aunque los sectores afines a su prédica nunca lo han querido reconocer así).
Han abogado infructuosamente hasta hoy por una amnistía general que devuelva una supuesta paz social a quienes se enfrentaron en esta cruenta guerra. Cuestión que ha sido rechazada, desde su proclamación, por las FF.AA que alegan haber derrotado a la subversión y, por tanto, no caben concesiones post guerra. Desde la llamada sociedad civil, se increpa al senderismo haber sido un movimiento terrorista que causó muchas víctimas inocentes con su accionar despiadado y que una “reconciliación” entre las facciones enfrentadas es casi imposible por las profundas heridas dejadas no solo en la familia militar-policial sino en civiles inocentes que por, cosas de la vida, se vieron envueltos en esa vorágine de sangre.
El otro bando, rebelde a los llamados de rendición de Guzmán, prosiguió y fortaleció su dependencia y alianza con la droga. En el Alto Huallaga “Artemio” articuló la cadena de producción cocalera y se impuso como brazo armado de los sembradores de coca cada vez que el Estado intentaba combatir a esa lacra social. Aglutinó a jóvenes y viejos interesados en defender hasta con su vida el único medio de vida que conocían. A cada combatiente, ligado a los dirigentes le cedió hectáreas para que siembren coca, a parte contaban con un salario. La oferta se volvió tentadora a tal punto que hombres y familias enteras viajaron a las zonas cocaleras defendidas por sendero desde tierras lejanas como Ica, Lima, Huaraz y se enrolaron al circuito del terror.
Las fuerzas del orden intentaron romper esta cadena con un gigantesco operativo a fines de 1992 en el “Bolsón Cuchara” y toda la zona donde se movían los principales cuadros senderistas, pero fracasaron en su intento porque cometieron asesinatos contra civiles y comerciantes desarmados de la zona de Venenillo y se armó el tole tole con comisión del Congreso incluida.
Luego vendría un exitoso programa auspiciado por Estados Unidos de interdicción de aeronaves que transportaban drogas que prácticamente diezmaron la producción y tráfico en la zona. Fue un periodo de sequía pero también de inacción del Estado que permitieron que las fuerzas de “Artemio” invernen en plena ceja de selva, con escasos recursos y sin las divisas del narcotráfico.
Pero estos no se quedaron quietos. Comenzaron a fortalecer la zona del VRAE como futura zona de producción de narcóticos destinados para la exportación vía los puertos de Ica, Lima, Chimbote y todo el norte.
Es así que los Quispe Palomino y “Artemio” se "dividieron" el mapa de la droga, sin conversarlo porque hasta se habla que serían enemigos desde hace algunos años, al mismo estilo de los capos de la droga..como para no desentonar. Los campos de cultivo del fértil valle del rio Huallaga abastecerían de droga a las firmas exportadoras (incluida la de Sendero) que sacaban la sucia mercancía por el nororiente del país, es decir, por Colombia y Venezuela hacia Europa. Mientras que los cultivadores de la zona sur (VRAE, Vizcatán y selva de Ayacucho), previo visto bueno de la organización de los hermanos Quispe Palomino, surtirían de droga a las firmas y capos que exportan cocaína por caminos de herradura hacia Bolivia y vía puertos por la extensa costa peruana.
Al inicio del nuevo siglo, con la caída del régimen Fujimorista, las redes de narcotraficantes amparados por estos dos grupos armados que reniegan hasta de la ideología que los regía anteriormente, se fortalecieron e impusieron las reglas de sembrado y trasteos para que los acopiadores de las firmas puedan sacar la cocaína de la zona. En el camino, han ocasionado sonadas bajas a las fuerzas del orden con el afán de ganar la iniciativa vía el terror y demostrar a las poblaciones cautivas del circuito de la droga que ellos pueden garantizar su supervivencia futura.
No son amenaza..pero
Es cierto, Sendero Luminoso (cuyo verdadero nombre es Partido Comunista del Perú), ya no es una amenaza para la seguridad nacional, menos una amenaza para el sistema democrático. Avalan esta afirmación opiniones tan disímiles como las de Ollanta Humala, del ministro del Interior Octavio Salazar y la expresada hoy por el mismísimo presidente Alan García. Pero el peligro radica, en que es una piedra metida en el zapato de la Democracia, que corrompe y trastoca los valores esenciales de un sistema viable para los ciudadanos decentes que desean seguridad y vivir en paz en el país que los vio nacer.
También es un sistema engañoso que recrea una economía superficial ante los ojos de aquellos no han tenido oportunidades para trazarse un futuro y que, finalmente, solo sirve para enriquecer a los mafiosos y sus grupos de seguridad, negando el camino de la superación a quienes son la piedra angular de este vil negocio: los cultivadores.
Los verdaderos maoístas, miembros fundamentalistas que aplicaban la línea sangrienta de Guzmán, están desactivados socialmente, por ahora; aunque sí hacen trabajo político en sectores deprimidos del magisterio, universidades y frentes regionales. Los más sanguinarios están presos o muertos. Algunos, al dejar la cárcel se han incorporado a la sociedad como pacifistas asumiendo como error histórico su apuesta por la violencia y la ideología de la muerte como solución a los problemas de la sociedad.
Reflexiones de este tipo caben en una coyuntura como la presente que a todos atemoriza y que nos hace palidecer al percibir como un “dejavu” todo lo que viene aconteciendo en el VRAE. Y pensar que en los 80s y 90s la pesadilla nos tocó la puerta y mostró su cara ensangrentada involucrándonos en un espiral que parecía no tener fin y salimos airosos. Ahora también la situación amerita estudiar el problema sin cortapisas políticas y darle una solución.
Un ejemplo a seguir parece ser la estrategia empleada por el comando policial del Huallaga, dirigida por el viejo zorro de la Dincote, Gral PNP Valencia, quien ha salido en búsqueda de los pelotones senderistas, asediándolos y deshilvanando sus rastros. Llegará un momento en que “Artemio” tendrá que desprenderse del exceso de equipaje que lleva para poder escapar y allí será capturado. Claro, previamente sus perseguidores se toparán con televisores plasma, baterías, paneles solares gigantescos y cientos de casetes con filmaciones de partidos de futbol y otras actividades a las que es adicto.
Para que no se repita
Otras visiones:
La Guerra de la Cocaína por Raúl Wienner
Las Guerras Invisibles del VRAE por Orazio Potestá
Cómo lo percibe la "Chichi" Valenzuela
Narcotráfico, Dionisio y el APRA por Carlos Tapia.
Con papi llegaron los carteles mexicanos por Mirko Lauer
EL VRAE: UNA ESTRATEGIA DISTINTA PARA UN ENEMIGO DIFERENTE por Cecilia Valenzuela
La Droga manda al fusil - Suplemento "Domingo" de La República, 09 de agosto de 2009
La Droga al timón por Diego García-Sayán
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