¿Por qué hemos llegado a ésta encrucijada política, qué hace a unos entusiasmarse con la simple promesa de futuros cambios y a otros sufrir la más negra pesadilla de los últimos tiempos? ¿qué provoca que las grandes mayorías emita su voto con la punta del pie y no como fruto de un mesurado análisis de lo mejor para nuestro país? ¿qué impulsa a cientos de miles de taxistas a asegurar su voto a favor de Humala, crédulos de la simple promesa de abaratar el precio del gas? ¿Cómo así, cientos de intelectuales que creíamos “progresistas” apuestan por el proyecto humalista, pese a las muestras de intolerancias hechas pública por su líder?
Son preguntas preñadas de respuestas, pero que hace pensar en un hartazgo de las mayorías excluidas. Aquellas a las que, el tantas veces pregonado “chorreo”, nunca llegó en estos últimos diez años. Es una venganza en contra de la casta política que se ha turnado en el Poder en los últimos 25 años y que ha despreciado los anhelos de salir de la pobreza de millones de compatriotas. Es algo que no podemos negar porque está ahí, es palpable en todo el cinturón de miseria que rodea Lima. Ni hablar de las provincias más olvidadas del interior.
En vista de la tendencia mostrada por las encuestadoras, y los prohibidos sondeos de las últimas horas que se difunden de boca a oído, como una especie de aterrado murmullo, el futuro de nuestro país podría estar en manos de dos opciones, opuestas en su visión macroeconómica, pero que a juicio de los analistas del orden establecido representan un peligro para la estabilidad democrática, la libertad de empresa y las inversiones.
Es la promesa de Ollanta y sus allegados de terminar con “el modelo económico neoliberal” el que entusiasma al postergado, a la vez que aterra a los cientos de inversionistas nacionales y extranjeros que apostaron sus capitales en el país, basados en las reglas claras establecidas para invertir y recuperar ganancias. La principal intención del proyecto nacionalista radica en gravar las sobreganancias mineras, es decir, hacer pagar a los grandes capitalistas un porcentaje de sus ganancias no proyectadas.
Su Plan de Gobierno, que poquísimos se han tomado la molestia de leer, contiene claras amenazas a la libertad de empresa de los brocasters de radio y televisión, lo que redundaría en una restricción de la libertad de elegir contenidos del ciudadano común.
Por su parte, la posible elección de Keiko Fujimori resulta un peligro por el pasado de corrupción que respalda su proyecto político que tiene como principal hacedor a su padre, el condenado ex presidente Alberto Fujimori. Además, se corre el riesgo que la mafia fujimontesinista levante cabeza y se recomponga, socavando las instituciones principales del Estado aun corroídas por la lacra que gobernó al país en la década de los 90s.
Ese es el nuevo y oscuro panorama político que nos acecha. Y es que cuando los cerros votan en masa, y esa expresión democrática no es articulada con una visión de futuro sino con una reacción de rechazo, las crecientes masas citadinas que procuran un desarrollo con las actuales reglas, quedan desplazadas y con poca vela en este entierro.
Además, en las últimas horas se ha notado la mano de aquel que es capaz de impedir elecciones. No es casual que el Apra, casi en secreto, haya acordado apoyar a PPK para así impedir que Toledo alcance el segundo lugar y keiko ingrese a una segunda vuelta con todas las de ganar. Pero con ese análisis volveremos despues.
Además, en las últimas horas se ha notado la mano de aquel que es capaz de impedir elecciones. No es casual que el Apra, casi en secreto, haya acordado apoyar a PPK para así impedir que Toledo alcance el segundo lugar y keiko ingrese a una segunda vuelta con todas las de ganar. Pero con ese análisis volveremos despues.
Que Dios nos coja confesados.
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