El fujimorismo habría obtenido su pase a una segunda vuelta, lo que representa un virtual gobierno de la hija del ex presidente Fujimori, ya que la extrema derecha y un sector del centro democrático de la política peruana están dispuestos a votar por Keiko con tal de cerrarle el camino al nacionalismo. Obvian, así, el pasado reciente teñido de corrupción de sus mentores. Más pesa la confianza que la hija del encarcelado ex presidente estaría dispuesta a proseguir el modelo económico imperante. Las cuestiones morales y éticas de permitir el regreso de un conglomerado político que ha demostrado comportarse como mafia, pareciera importar poco.
Al mismo tiempo, éstos resultados electorales demuestran que la mayoría de votantes quieren un cambio en la administración del Estado, que en los últimos años ha permitido el crecimiento macroeconómico pero ha relegado a los más pobres. Entonces, según los resultados, podemos deducir que el grueso de la población no desea que perviva el modelo que hace a los pudientes cada vez más poderosos y a los pobres cada vez más miserables. Pese a que el actual régimen económico ha permitido un desarrollo de la llamada clase media que es la que permite un crecimiento sostenido en cualquier sociedad.
Sin embargo, la alta votación obtenida por Ollanta Humala (alrededor del 30 por ciento) demuestra que sus huestes han ido aumentando progresivamente y no surtió efecto la campaña de satanización en su contra liderada principalmente por los toledistas, pero financiada por representantes de los principales grupos económicos del país que perciben al candidato nacionalista como un cuco que amenaza con trastocar las leyes que permiten el desarrollo del actual modelo económico.
Un elemento que deberá ser analizado por los psicólogos sociales es la influencia en los resultados del factor inseguridad que se respira en la población, el que habría empujado a un gran sector del electorado a decidir su voto a favor de una opción dura representada por el nacionalismo y el aire dictatorial que se percibe en el fujimorismo.
A un lado fue dejado la defensa de los Derechos Humanos, ignorada por todos los candidatos, seguramente por ser un tema delicado, que levanta serios prejuicios y que reabre heridas.
Al conocerse los resultados que ponían a Keiko Fujimori virtualmente en la segunda ronda de balotaje para decidir la contienda electoral con Ollanta Humala, se prevé que Fujimori padre este saltando en un pie en la DINOES ya que sus esperanzas de un indulto se acrecientan enormemente.
También debe haber surcado vientos esperanzadores entre los cocaleros y procesadores de drogas en los principales valles productores ya que se conoce que los nacionalistas tienen un acercamiento evidente con los intereses de los cultivadores de coca y en el fujimorismo sobran indicios de la complicidad del régimen mafioso de Alberto Fujimori y Montesinos que se caracterizó, entre otras cosas, por permitir y trastear droga en helicópteros militares, nada menos.
Pero nada de eso importo en el ideario de la mayoría de peruanos. Decidieron otorgarle su confianza a dos fuerzas sumamente cuestionadas, una por representar un proyecto radical con tintes populistas y la otra por tener en su haber su cercanía a una dictadura mafiosa que proyectaba atornillarse indefinidamente en el Poder. Ahí prosiguen los mismos personajes que llevaron al país al descalabro moral y destruyeron las principales instituciones de control democrático.
Ollanta Humala es un lobo disfrazado de cordero, cínico hasta la estratósfera, que ha elucubrado un plan político sumamente peligroso para el destino de la nación. Solo que en la presente campaña cuenta con asesores expertos en proyectar una imagen a pedido, capaz de encandilar a los votantes, ocultando en la mentada “economía nacional de mercado” un proyecto nacionalista capaz de espantar cualquier inversión y ,por ende, reducir el empleo y frenar el crecimiento del actual modelo económico.
Resulta también preocupante la gobernabilidad del próximo régimen, ya que la campaña de la segunda vuelta deberá ser a muerte, lo que dejará seriamente dañada la relación de vencedores y vencidos y queda por descontado que no habrá mayoría parlamentaria.
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