sábado, 2 de abril de 2011


Come caca

Sábado 02 de abril de 2011

Fuente: Perú21

Autor: Patricia del Río

“Come caca, un millón de moscas no pueden equivocarse”. La primera vez que leí esta frase estaba estampada en el polo de algún adolescente con ganas de fastidiar. Obviamente es una crítica irónica a la tendencia que tenemos los seres humanos a seguir lo que hacen las mayorías. Si recordamos que más del 80% de peruanos apoyó el autogolpe del 5 de abril, y que gracias al respaldo masivo de la población se mantuvieron por décadas gobiernos dictatoriales como el de Fidel Castro, la frase podría ser acertadísima. Sin embargo, la masa no siempre se equivoca y además, no porque no nos guste la opinión de la mayoría vamos a ocultarla o negarla. Independientemente de que estén equivocados o no, saber qué opinan los demás es una manera de informarnos para tomar nuestras propias decisiones. Para decidir, finalmente, si vamos a actuar como los demás o si preferimos separarnos de la masa y optar por otro camino.

¿Suena elemental? Lo es para cualquier marquetero, publicista, científico social o ciudadano común y corriente; pero no lo es para el Jurado Nacional de Elecciones que, como sabemos, prohíbe que se publiquen encuestas una semana antes de las elecciones. El objetivo de esta norma, que se ha criticado hasta el aburrimiento, es que los ciudadanos elijan sin dejarse llevar por los sondeos de opinión. Es decir, para el JNE los peruanos podemos elegir a un candidato por sus propuestas, porque me regaló un almanaque, porque repartió bolsas de arroz en mi barrio, o porque salió regio en la portada del Trome; pero de ninguna manera puede estar entre los criterios de mi elección el hecho de que miles de peruanos confíen en él.

¿Tiene esto algún sentido? Por supuesto que no. Las encuestas, al fin y al cabo, ofrecen un elemento de juicio más. Son una herramienta que algunos tomarán en cuenta y otros no, pero que constituyen parte del universo de datos que podemos considerar a la hora de elegir un candidato. Algunos detractores de las encuestadoras consideran que la medida es acertada porque los sondeos de opinión no son confiables, pero si ese fuera el caso, el JNE debería fiscalizarlas y de encontrar irregularidades impedirles trabajar, pero no dejarlas publicar libremente información falsa hasta la semana anterior a la elección. Así que, vamos, ese no puede ser el criterio.

Más allá de la lógica detrás de esta absurda norma, cabe preguntarnos qué consecuencias puede traer este silencio en una elección tan apretada, e inédita, como la que estamos teniendo en el Perú. A mi juicio, algunas bastante complicadas. Veamos: en este momento hay cuatro candidatos con posibilidades de pasar a segunda vuelta. Dos de ellos, Ollanta Humala y Keiko Fujimori, tienen un voto más o menos duro que difícilmente se dejará llevar por los sondeos de opinión. Keiko Fujimori capitaliza la herencia de su padre y Ollanta Humala tiene una propuesta diferenciada con la que ya sedujo a muchos peruanos. Los votos de Alejandro Toledo y PPK, en cambio, son bastante intercambiables. Ambos tienen programas de gobierno similares y apuestan por el mismo modelo de país. Por eso tanta gente estaría dispuesta a cambiar su voto, de PPK a Toledo o viceversa, sin mayores problemas. ¿Qué necesitan muchos de estos electores para tomar una última decisión? Pues asegurarse cuál de los dos candidatos nos libraría de aquello que Mario Vargas Llosa ha calificado como una elección entre el cáncer y el sida. Y para eso necesitan evaluar la información de las encuestas.

¿Está eso mal? ¿Son estos electores unos irresponsables por tomar ese elemento de juicio en su decisión? Por supuesto que no. Son simplemente peruanos que creen conveniente evaluar el voto de los demás antes de decidir el suyo propio. Son ciudadanos que solo están pidiendo estar más informados antes de elegir. Pero una vez más, el JNE los priva de este legítimo derecho y los trata como si fueran moscas, que no piensan, que no evalúan, y que solo buscan ir tras la caca.

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