martes, 17 de noviembre de 2009


Alan García: Para los chilenos ahora resulta "Nacionalista"


José  Rodríguez Elizondo es un connotado analista político (y mediático) de los asuntos internacionales de Chile. Como profesor universitario no para de despotricar, en cada una de sus clases, de la posición peruana en La Haya con respecto al diferendo marítimo. Fue, por más de una década, columnista de la revista Caretas en temas internacionales y radicó en Lima casi toda la década de los 80s.

Sus contactos en Lima sobre temas secretos, fueron tan amplios que logró urgar en temas sobre los que muy pocos analistas y estrategas tuvieron acceso. Por ejemplo, sobre los planes y preparativos de una "guerra preventiva" que alistaban Perú y Chile, a finales de los 70s.

Ahora escribe para dos importantes diarios chilenos y la actual coyuntura de espias y espiados ha sido propícia para que Rodríguez Elizondo desenfunde sus argumentos antiperuanos. Veamos:

Alan García: Del aprismo al nacionalismo


Noviembre 17, 2009
Por José Rodríguez Elizondo
Publicado en La Tercera
Aunque sin pretenderlo, Alan García se ha convertido en un ejemplo personalizado de la crisis de las ideologías durante la pos- guerra fría. Paradigmática será, para los historiadores de las ideas, la contradicción entre su política hacia Chile y el integracionismo aprista -indoamericanismo- que él había tratado de pulir y recrear.

En vida del líder fundador Víctor Raúl Haya de la Torre, esas tesis estaban en el bagaje teórico y emocional de cualquier militante aprista. El propio Víctor Raúl formaba parte de esa elite de peruanos que, junto con los chilenos de la vertiente o'higginiana, pensaban la relación estratégica bilateral en términos fraternales. Por ello, O´Higgins fue acusado, en su época, de "peruanófilo" y Haya de la Torre fue estigmatizado, en la suya, como "chilenófilo".

García siguió esa línea en su obra El futuro diferente: la tarea histórica del Apra (1982). "Luchamos por la integración de nuestro subcontinente", escribió entonces. Luego remachó la idea en su opúsculo Modernidad: neoliberalismo y neofascismo (1997), donde definió la integración como "el único proyecto de largo aliento que dará a nuestras democracias solidez y a nuestros pueblos, la profunda certeza del futuro".

Hoy día, uno se pregunta ¿hasta dónde puede estirarse el pragmatismo de García, para mantener la armonía entre el integracionismo y el nacionalismo vulgar?

Quienes creemos que sin ideas políticas sólo hay administración de coyunturas, sabemos que es una pregunta dura. Sin embargo, pocos se han dado cuenta de que García ya se la planteó… y la resolvió de una plumada. En su entrevista para La Tercera del 30 de agosto puso término a cualquier escrúpulo doctrinario: "Nacionalistas somos todos (…) Para mí, nacionalismo significa potenciar al país", dijo con rotunda claridad.

Un duro golpe, por cierto, para los apristas integracionistas de la vieja guardia. Sus concepciones precursoras de la socialdemocracia moderna, tan orgullosamente arraigadas, hoy corren el riesgo de ser asimiladas al tronco común del nacionalismo. Ese del cual cuelgan, ya, el etnonacionalismo de la familia Humala y el niponacionalismo de la familia Fujimori.




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