Perú 21
Dom. 07 feb '10
Autor: Pedro Salinas
“Los novelistas van siempre un paso adelante de la realidad”, dijo el periodista y escritor argentino, recientemente fallecido, Tomás Eloy Martínez, en su póstumo artículo publicado en El País, de España. Se refería a la percepción de cada vez más escritores respecto de cómo el fenómeno del narcotráfico se viene infiltrando en todos los aspectos de la vida. “Expandida como un virus, la cultura narco pone y derriba gobiernos, compra y vende conciencias, se toma la vida de las familias y ahora la vida de las naciones. La cultura narco es la cultura del nuevo milenio”, escribió.
Para Tomás Eloy Martínez, “cada día se hace más evidente que la guerra no es la solución al problema y que la única vía posible es enfrentarlo desde la raíz, es decir, desde la despenalización del consumo”.
En la misma línea, y dos semanas antes, Mario Vargas Llosa –también en El País– dedicó su columna Piedra de toque a comentar la experiencia de México y cómo la arrolladora criminalidad asociada al narcotráfico se está convirtiendo en “la mayor amenaza para la democracia en América Latina, más aún que el populismo autoritario de Hugo Chávez y sus satélites”. Para Vargas Llosa, la solución para enfrentar a esta lacra pasa por la descriminalización del consumo de drogas, mediante un acuerdo de países consumidores y países productores.
Levantando el mismo estandarte, en su ideario libertario publicado hace una semana en este diario, el posible candidato Jaime Bayly, esgrimió que, “el consumo de drogas, de todas las drogas, debería ser libre y legal si de adultos se trata, y que las drogas deberían venderse en las farmacias del mismo modo que se venden licores en las licorerías, cigarrillos en las bodegas o latas de cafeína líquida en las gasolineras”.
Como Eloy Martínez, Vargas Llosa, Bayly y otros, el arriba firmante opina lo mismo. Que la política del garrote y la zanahoria (sustitución y erradicación de cultivos) no ha funcionado. Que la guerra antidrogas está generando más daño que el mismo abuso de los narcóticos. Que la violencia, la corrupción, la distorsión de las economías, las violaciones a los derechos humanos, las depredaciones ambientales y el daño infligido a la democracia, están resultando peores que el remedio y la misma enfermedad, y todo ello como consecuencia de las costosísimas e ineficientes políticas de interdicción impuestas por los norteamericanos, que son las que han dado lugar a la gestación de mafias, carteles y crimen organizado.
Sin embargo, hay que decirlo, cualquier iniciativa unilateral para legalizar las drogas será inviable hasta que Estados Unidos se convenza del ostentoso fracaso de su política represiva, como ocurrió cuando se abolió la prohibición al alcohol en 1933.
No obstante, ello es cuestión de tiempo. Tarde o temprano primará el sentido común. Como dice Ethan A. Nadelmann, un estudioso del tema: “Esta guerra tiene un costo aproximado de 40 mil millones de dólares por año –una suma de dinero bastante considerable, aun para Estados Unidos– (…) El régimen global de prohibición de drogas que se desarrolló a lo largo del siglo pasado está podrido desde su núcleo”.
Y que conste que no se trata de alentar el consumo, como puede interpretar algún despistado, sino de controlarlo mejor, como dijo Tomás Eloy Martínez, invirtiendo en campañas preventivas de salud pública. Con la legalización o despenalización, que quede claro, lo que se busca es desbaratarle el negocio a los Capone de este siglo. Así las cosas, de aplicarse una liberalización como la que comentamos, en unos años dejaríamos de hablar del VRAE, porque ya no sería un problema.
No sé qué dirán sobre el tópico los postulantes a la Presidencia del Perú en la próxima campaña, pero espero que digan algo. Por eso, hace bien Jaime Bayly, fracturando convencionalismos, en introducir un tema que los políticos, acostumbrados al silencio aborregado y a practicar el arte de callar, no afrontan porque prefieren jugar a los dados, mirar al techo y navegar con vela de cojudos, que es lo que suelen hacer los zoquetes. Así ganarán elecciones, quizás, pero jamás, jamás resolverán los problemas de fondo del país. Pues eso.
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