Fuente Diario 16
Escrito por Juan Carlos Tafur
No deja de sorprender el creciente grado de virulencia e intolerancia que muestra un sector de la derecha peruana. Actúa y sobrerreacciona frente a cualquier atisbo de lo que ella considera una alteración del statu quo con una intensidad que, creemos, no se basa en razones ideológicas (basta escudriñar un poco las argumentaciones respectivas para percatarse que no hay, precisamente, muchas ideas detrás de sus pasiones encendidas).
Las cuotas de racismo, clasismo, homofobia y discriminación general frente a quien piense distinto son tan altas que ameritan un análisis psicológico más que político. Hasta en el plano religioso es sorprendente el crecimiento de las órdenes ultraconservadoras y, lo que es más preocupante, su poco devota agresividad.
Los traumas políticos, sociales y económicos sufridos durante el velascato y el primer gobierno de García –sumados, sin duda, a los pavores del los tiempos del terrorismopodrían ayudar a explicar mejor este fenómeno.
Un sector de la derecha peruana parece haberse sentido víctima de una suerte de “abuso ideológico infantil”, de “sodomía intelectual”, que le ha generado traumas imborrables y que la hacen temer, con genuina preocupación, que el riesgo de una reedición de tales hechos pueda volver a ocurrir. Los que eran jóvenes o niños durante el velascato hoy tienen alrededor de 50 años.
Los que eran jóvenes o niños durante el velascato hoy tienen alrededor de 50 años. Los que lo eran durante el primer aprismo, hoy bordean los 30. Y los “hijos de Sendero” frisan los 20.
Tres generaciones han sido marcadas a sangre y fuego por hechos sin duda fuertes y sobrecogedores, pero que deberían ser superados. Quizás ello explica el grado de virulencia de muchos que se sienten en la necesidad de vengar lo ocurrido y, atrapados en el pasado –como sucede con todo trauma- son incapaces de ver el presente y el futuro con algo más de realismo y sensatez.
Si fuera posible, habría que echar en un diván colectivo al país y ver si se logra liberar de esas ataduras a muchas personas retenidas en una telaraña de odio, venganza, afán justiciero cuya lejanía de la realidad los convierte en agentes opuestos a cualquier cambio.
Si aspiramos a la constitución de una derecha liberal o siquiera más moderna, que acompañe el desarrollo del país sin hacer del capital un fetiche sagrado –la economía no lo es todo, pues-, deberá producirse un efectivo proceso de autoanálisis que logre desterrar la subsistencia de este espacio retrógado en nuestra sociedad. El futuro es promisorio y se necesita para su construcción de la participación, así sea crítica, de todos los sectores ciudadanos. Y la patología derechista conservadora debe ser la primera en ser extirpada para lograr que ello ocurra.
La Columna del Director
03 de septiembre de 2011
Escrito por Juan Carlos Tafur
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