Ilustración Carlos Castellanos de Caretas
La gringa Lori, que acaba traspasar las rejas del penal Santa Mónica, permanece presa de sus temores y a merced de quienes quisieran lapidarla y arrojarla lejos de sus fueros. Socialmente viene sufriendo el apedreamiento de quienes no perdonan y ven en ella el símbolo del violentismo más absurdo que hizo trizas el futuro de toda una generación.
En pleno furor de la guerra fratricida que enfrentó al país hace dos décadas, los senderistas juraron mil veces vengar a sus caídos y –cuando la guerra acabase- someter a “juicios populares” a los responsables de su progresiva derrota militar. Los emerretistas, más bien, pusieron en marcha las grotescas e inhumanas “cárceles del pueblo” sepultando en vida a sus víctimas, secuestradas a cambio de miles de dólares para financiar su causa.
Claro que la historia les dio la espalda. Quienes fueron juzgados, encarcelados y dilapidados socialmente fueron ellos. Sin embargo, aquellos simpatizantes y “miembros de base” que quedaron libres y no fueron alcanzados por la maquinaria antiterrorista, se incorporaron a sus pueblos. Claro, al ser la mayoría de ellos descendiente de indígenas o campesinos de la sierra y ceja de selva de nuestro país, fueron acogidos por sus familias, la mayoría de ellas también desmembradas por el dolor y la muerte inútil que ocasionó esta guerra entre peruanos.
Ese epílogo doloroso del episodio sangriento que envolvió al Perú entre 1980 y el año 2000, es una clara muestra que la reconciliación entre peruanos involucrados en lados opuestos de la guerra puede prosperar y es factible cuando se depone rencores y se sobrepone al dolor y los afanes de revancha. Eso sí, es indispensable que para llegar a esa etapa se logre la justicia y se conozca toda la verdad de lo que realmente sucedió en el Perú.
Es necesario, por ejemplo, que aquellos que idearon y ejecutaron actos de lesa humanidad como crímenes, secuestros y torturas purguen condena y paguen sus culpas. Mientras tanto, las personas y poblaciones que se vieron arrastradas en ésta vorágine de cruenta guerra, recomponen sus lazos y amainan su dolor. Existen voces como la de Javier Valle Riestra que hasta hablan de una futura y controvertida ley de amnistía o punto final.
Pero siempre no faltan los que desde su pódium al servicio de los que no desean la recomposición de nuestra Nación, dinamitan cualquier atisbo de entendimiento y tolerancia, a la vez que echan más leña al fuego advirtiendo de una retahíla de liberaciones de terroristas para asustar a los ciudadanos desinformados.
Gustavo Gorriti también ha escrito en el último número de Caretas sobre la necesidad de avanzar en el camino de la reconciliación nacional para crecer como país y dejar atrás la pesadilla que nos tocó vivir a dos generaciones de peruanos. Resulta perentorio resarcir a quienes fueron golpeados por la guerra (con la estela de inmenso dolor y sufrimientos que ello implica) y dejar establecido el castigo de la sociedad a quienes cometieron crímenes, secuestros, genocidios y otras vilezas. La sanción no debe distinguir a perpetradores ni a represores.
Más:
Repercusiones de una liberación - El Comercio, sabado 05 de junio de 2010
Un Cuento de Terror - La República, domingo 06 de junio de 2010
"Somos una Nación Tribal" : Luis Pásara -La República, domingo 06 de junio de 2010
Lori Berenson y las Viejas Pitucas -Blog Metiendo la Pata
Quién pone la agenda política y social del Perú - Luis A. Pacheco Mandujano
Excarcelación de Berenson es injusta.... -La Razón, por Victor robles sosa -27 de mayo de 2010
Yo amo a (Marisa) Berenson -Blog Varias Posiciones, 29 de mayo de 2010
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