A Javier lo conocí en los años más agitados de su lucha; bueno, digamos de su eterna oposición a las conductas lambisconas que acompañan desde hace más de un siglo a la política nacional. Junto a su inseparable pareja, batalló contra la corriente corrupta que siempre ha amalgamado a nuestra derruida política. (Un lenguaje que quizá me asemeja a los peores voceros anarquistas de nuestra choledad).
Javier siempre fue así. Y eso que me remito a los años ochentas. Hasta los actuales, ese político, que irrita a los oportunistas criollos y lobbistas "modernos", siempre mantuvo esa conducta contestataria a la corrupción. Me consta, y de ello también pueden atestiguar miles de jóvenes a los que él siempre se acercó para inculcarles ideas renovadoras y contrarias a la conducta de los viejos políticos. Ahora afronta la más cruenta de sus luchas. Enfrenta a la vida, en su más crudo escenario. Y el escritor peruano, Eduardo Gonzalez Viaña, radicado en EE.UU, le ofrenda esta semblanza que comparto con ustedes.Javier, Socialista en el Perú
Escribe: Eduardo Gonzalez Viaña
Pocos lugares hay en el mundo tan peligrosos para tener ideas de izquierda como el Perú democrático.
Me equivoco: Pocos lugares hay en el mundo tan peligrosos para solamente tener ideas como el Perú democrático.
Si quieres participar en la lucha política del país, es más seguro que te juntes a uno de los múltiples clubes de descerebrados (están muriendo los partidos) que pululan en el Congreso y hacen cola para su inscripción frente al jurado nacional de elecciones.
Si quieres participar políticamente y exhibes ideas de izquierda, pero ansías llegar cuanto antes al poder, es mejor que te hagas marxista, pero seguidor del otro Marx, de Groucho, quien solía decir: “Tengo ideas, pero si a usted no le gustan, también tengo estas otras”.
Por ser un hombre de corazón y de acción socialista, el mayor de nuestros poetas, César Vallejo, fue encarcelado en Trujillo. En libertad condicional, viajó a París. No pudo regresar jamás a su patria porque si lo hacía iba a ser enviado de frente a languidecer en alguna prisión infernal.
Todo el mundo conoce a José Carlos Mariátegui. Muchos colegios peruanos llevan su nombre. Su pensamiento es estudiado en las universidades de todo el mundo.
Por su coraje sin revés de hombre de izquierda, se le recordó en vida constantemente y con epítetos perversos el mismo problema físico del que adolece Javier Diez Canseco.
Más aún, un grupo de oficiales del ejército lo atacó físicamente. En su silla de inválido, el pensador brillante y fundador del Partido Comunista fue atacado a golpes y a patadas.
Buen entrenamiento-ensañarse contra un lisiado- para los valientes hombres de armas quienes habían estudiado en la academia cómo hacer la guerra, pero jamás habían participado en una.
En días recientes, amenazaron de muerte al octogenario y también discapacitado periodista de izquierda César Lévano. Tal vez lo hicieron motivados por la envidia contra su inteligencia valiente.
El capitalismo angurriento se ha pasado décadas haciendo creer que su bandera es la del cristianismo. Ya se sabe hoy día que no hay más perverso materialismo que el de los dueños del mundo. Ser socialista, por el contrario, equivale hoy a levantar la cruz del martirio y las ideas del Maestro de Galilea.
Los derechistas hoy se proclaman defensores del mercado. También en eso mienten. La desregulación que ellos proponen, o más bien imponen, conduce al monopolio y al saqueo de las riquezas, o sea a entregar el país y a verter cianuro contra la tierra fértil.
Javier Diez Canseco ha anunciado que padece de una dolorosa enfermedad. Sabemos que le va a hacer frente con la misma intrepidez que ha asumido su pensamiento socialista frente a la persecución, el destierro, las balas y el castigo de los buitres.
Si Javier hubiera renegado de sus ideas o siquiera las hubiera hecho más “pasables” habría conseguido de inmediato el financiamiento de los ricos o el apoyo de los grupos que monopolizan la prensa. Le habrían puesto la presidencia en bandeja… y como dice un famoso político cuyas ideas engordaron demasiado, “la plata llega sola, compadre…”
No es el caso de este hombre que después de haber peleado toda su vida, sigue combatiendo contra “un Estado que no regula ni redistribuye la riqueza vía los tributos. Un Estado castrado de su función social y de garante de derechos fundamentales, servil al sacrosanto mercado dominado por las transnacionales.” (JDC)
¡Resiste, compañero Javier, resiste!… Como en “Masa” te lo decimos con un ruego común: ¡Quédate, hermano!
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