07 de julio de 2014
Seamos sinceros: una gran mayoría está convencida que un 50 por ciento
(o más) de los miembros de la Policía son corruptos. Desde luego que hay muchos tipos honestos,
profesionales y excelentes técnicos que se rompen el lomo para servir a la comunidad y para llevar un pan a
su hogar. También los hay aquellos que, empujados por la corriente mayoritaria
que inunda la moral y los ánimos internos, caen en la tentación o simplemente
son obligados a cometer delitos. Recordemos que en la mayoría de comandancias
policiales los jefes –no necesariamente el Comisario- arman intervenciones para
obtener dinero fácil y rápido. Ahí están los famosos operativos cerrojos o los
denominados de “alcohlemia” los fines de semana, que no son otra cosa que
ferias extorsivas en donde la tarifa para “arreglar” sube unas 10 veces.
Les cuento una experiencia. Hasta hoy existen dos “rompemuelles”
en la av Pachacutec en SJM (entre el ex Cine Susy y el paradero el Poso),
construidos a la mala por los propios policías hace unos tres años para lograr que los autos bajen su velocidad y
así poder detenerlos. En ese lugar, en las noches, se han producido
innumerables accidentes porque no están señalizados y son tan altos y
antirreglamentarios que, si uno no conoce la zona y viene manejando a velocidad,
puede salir volando por los aires. Durante más de tres años ese lugar era una
garita de extorción donde la policía de la zona se dedicaba todo el día a
buscarle la sinrazón a los conductores de microbuses. Los policías que estaban
de descanso (no me consta si hasta ahora lo hacen) asistían al lugar en sus
autos particulares, dentro de ellos se cambiaban y ponían chaleco de la sección
de Tránsito y se sumaban a los “operativos”. En la zona denominada Pista Nueva
la cosa es más descarada. En el tramo comprendido entre SJM y Villa María la intervención
a vehículos y mototaxis se producen a cada rato. Pero no se trata de ningún reten
de seguridad para encontrar armas o delincuentes, porque nunca han dado a
conocer ningún logro en ese sentido.
Con la era del ministro Urresti, la cosa ha cambiado, momentáneamente,
porque todos tienen que estar pendientes de lo que va a hacer o se le va
ocurrir. Por ejemplo, movilizar personal para acompañarlo cuando se le ocurre
darse un baño de popularidad por una zona empobrecida o cuando le da la gana de revisar la asistencia del
personal en una Comisaria. Eso lo puede hacer ( y debería ser parte de su función)
los servicios de contrainteligencia. Ese estamento de toda fuerza operativa que
está preparado para hacer un control interno y detectar infractores y malos
funcionamientos y reportarlos a las instancias ministeriales. Y Urresti lo sabe,
porque se ha desempeñado en ese puesto durante muchos años en su vida militar.
¿Por qué no lo hace ahora como ministro del Interior? Porque perdería
protagonismo y pareciera que es lo único que sabe hacer bien.
EL PANORAMA
Dos momentos en las últimas horas grafican el estado en que
se encuentra la seguridad ciudadana en el país. Mientras Nicolas Lucar y “pajarito”
de los Barracones del Callao armaban una visita con el ministro Urresti , para
demostrar una supuesta aceptación popular, en pleno centro de Miraflores, unos
sicarios metían bala a diestra y siniestra en un McDonald donde minutos antes había
finalizado una fiesta infantil. Pasaba por ahí y lo que se vivió fue una
pesadilla; las balas la sentías tan próximas que el caos se apoderó de todos.
Finalmente resulto un empresario asesinado y la fachada de la pollería agujereada
por las balas. ¿Qué pasó? Pasó que el ministro en lugar de ir a figuretear al
barrio del famoso animador callejero “Pajarito”
(experto en armar casos para Laura Bosso) debió ir a la zona del Callao en
donde viven por cientos los sicarios que venden sus servicios al mejor postor y
que tienen armas hasta para alquilar. Sí, ese lugar del Callao en donde hay unos
complejos habitacionales, a donde por décadas ningún policía se ha atrevido a
ingresar. Desde ahí salen los equipos de asesinos a sueldo que terminan con la
vida de ciudadanos caídos en desgracia o que tienen cuentas por saldar. Y que
no me digan que la Policía y sus servicios secretos no saben de qué lugar se
trata. Sino que les faltan pantalones y decisión política para acabar con esas
mafias devenidas en industria del crimen.
Por supuesto Urresti no habla del sistema preventivo de
patrullaje, de la gasolina destinada para
que motos y patrulleros salgan por centenares a las calles a disuadir el crimen
organizado y el de poca monta. Arremete contra los presos de los penales; que
por qué tienen TV en sus celdas, por qué tienen un perro de mascota, cuestiones
intrascendentes que al trastocarlas pueden provocar un clima de tensión
innecesario y alentar motines. La ciudadanía harta de inseguridad desea protección,
sentir que su Policía previene los actos delincuenciales cayéndoles encima
antes que se organicen para robar, atacar o matar; necesita ver que la Policía
patrulla sus calles y no le delega esa función a las pobres organizaciones vecinales,
desarmadas y amparadas solo en un silbato.
SOLUCIONES
Recomponer el servicio de contrainteligencia en la Policía
(hoy subsumida en la llamada Inspectoría general) que se aboca a temas administrativos
y poco hace por regular el buen desempeño ético y moral de los miembros del
cuerpo policial. Es decir reventar desde dentro las mafias y cogollos lumpenescos
que se anidan en las áreas operativas. Para ello se tiene que seleccionar a
personal que esté dispuesto a jugarse el pellejo por salvar el prestigio de la
institución policial y el líder de ese grupo renovador tiene que ser alguien capaz
de exponer hasta su integridad física de ser necesario tal como lo hizo el
famoso Sérpico que pudo recomponer a la Policía de New York.
Segundo, dejar de lado la política del policía “de a pie”
que solo desperdicia personal en una presencia estéril en las calles, mientras
que los delincuentes, llámese ladrones de autos, asaltantes, marcas, “raqueteros”,
secuestradores, etc se desplazan en autos modernos burlándose de sus
potenciales captores. También se debe organizar, identificar y carnetizar a
todos los motociclistas y taxistas de tal forma que no puedan ser infiltrados
por la delincuencia. Hoy por hoy, los vendedores de drogas a delivery (llamados
dealers en el argot narco) se transportan en motos lineales y mototaxis, igual
uso de esos vehículos hacen los “marcas” y asaltantes oportunistas quienes
patrullan las calles en busca de victimas. Ellos si “patrullan” pero para
atentar contra el prójimo.
Y, finalmente, utilizar los cientos de patrulleros que se
han adquirido (y piensa adquirir) para resguardar por cuadrantes la ciudad y
periferias en forma inteligente y organizada, las 24 horas del día. Recuérdese
que está probado que la mayoría de actos delictivos se producen entre las 11 de
la noche y 6 de la mañana. Aunque la compra de vehículos debió priorizar también
a las motocicletas por ser mas económicas y especiales para hacer persecuciones,
no se hizo porque ellas consumen poca gasolina y las mafias internas en la Policía
requieren del millonario presupuesto que el Estado destina para adquirir
gasolina. Más claro aun, los patrulleros estaban destinados a ser alimentados
por gas natural pero oscuros intereses movieron sus influencias para que se
persista en vehículos gasolineros. El panorama esta allí, solo falta ponerlo en
marcha. ¿Lo harán?
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