miércoles, 16 de noviembre de 2011


Volver a la Edad de Piedra



06 de noviembre de 2011
Escrito por Fernando Rospigliosi

Los antimineros pretenden regresarnos, literalmente, a la edad de piedra, una edad sin metales. Está en juego el desarrollo del país y el gobierno titubea y balbucea.
 
A los antimineros no les gusta que se les llame antimineros. Dicen que no se oponen a la minería en general, sino solo a las minas en cabecera de cuenca, a las que afectan lagunas, a las de tajo abierto, a las que usan algún elemento que pueda impactar el ambiente, etc. Finalmente, si se les pregunta con cuál proyecto minero están de acuerdo, la respuesta es: ninguno.



Nos concierne a todos
Algunas personas observan lo que está ocurriendo con la minería como un conflicto distante, que sólo afecta a unas cuantas empresas y a los grupos que se oponen a la minería. En realidad, nos importa a todos los peruanos.
El extraordinario y sostenido crecimiento del Perú en la última década no hubiera sido posible sin el aumento incesante de la producción y la exportación de minerales.
El economista Oscar Dancourt ha sostenido desde hace años la tesis que las crisis del último medio siglo o más se producían cuando las divisas, los dólares, no alcanzaban para importar los bienes que el país requería.
Cuando la economía crecía, aumentaban las importaciones de maquinarias e insumos para la industria, la construcción, etc. También el incremento de los ingresos de las personas aumentaba el consumo y se importaban más televisores, refrigeradores, automóviles. Las importaciones se pagan en dólares. Entonces, a mayor crecimiento, mayor necesidad de dólares para importar.
A lo cual hay que agregar la carga de la deuda externa, que se paga en dólares, naturalmente.
El problema es que las exportaciones nunca crecían tanto y al cabo de algunos años los dólares ya no alcanzaban para importar lo que el país demandaba. Venía entonces la devaluación, la inflación, los paquetazos, la crisis y un largo periodo de recesión.
En la última década eso no ocurrió por la sencilla razón de que no faltaron divisas. Y no faltaron divisas porque la producción y las exportaciones mineras aumentaron espectacularmente.
Las estadísticas
Según cifras del Banco Central de Reserva, las exportaciones en el 2001 fueron US$ 7,025 millones. En 2010, US$ 35,564 millones. Es decir, se multiplicaron por cinco.
De esas exportaciones, las mineras el 2001 sumaron US$ 3,202 millones (45% del total) y en el 2010 alcanzaron US$ 21,722 millones (61% del total). Es decir, se multiplicaron por siete.
No hay duda de que gracias a las exportaciones mineras (casi dos tercios del total) el país ha contado con las divisas necesarias para importar todo lo que necesitaba, pagar la deuda externa (¿alguien se acuerda de las crisis y las acaloradas discusiones sobre la deuda en los 70s, 80s y 90s?) y acumular una cantidad nunca vista de reservas internacionales.
El 2010 las reservas netas fueron de US$ 44,105 millones, cinco veces más que en el 2001 (US$ 8,613 millones).
En suma, sin el incremento espectacular de las exportaciones mineras, el Perú no habría podido crecer sostenidamente durante una década como lo ha hecho.
¿Contaminación?
Como los antimineros no pueden negar esta realidad, su último argumento es “no importa, preferimos ser pobres y atrasados, pero vivir como antes, porque la minería contamina”.
Es falso también. La minería, como cualquier otra actividad humana, impacta el ambiente. Pero la minería moderna lo hace cuidando el ambiente.
Uno de los argumentos contra la minería es que le quita el agua a la agricultura. Es falso. Por ejemplo. El proyecto Conga, en discusión ahora, va a afectar cuatro lagunas pero construirá embalses que más que duplicarán la disponibilidad de agua a la agricultura, de 1.4 millones de metros cúbicos de agua que contienen las lagunas a 3.2 millones de metros cúbicos en cuatro nuevos reservorios.
Tampoco es cierta la disyuntiva “agricultura limpia o minería contaminante”. La agricultura, como todas las actividades humanas, también impacta el medio ambiente. Los insecticidas, pesticidas, fertilizantes, etc. dejan una huella muy fuerte en el ambiente. (Ver por ejemplo, FAO, “Lucha contra la contaminación agrícola de los recursos hídricos.”).
El uso del agua es otro tema. En la desértica costa peruana se siembran decenas de miles de hectáreas de arroz (Camaná, La Libertad, Lambayeque, Piura), un cultivo que consume cantidades astronómicas de agua: 18,000 metros cúbicos por hectárea y por campaña. Además, el cultivo de arroz saliniza la tierra.
¿Alguna vez los ambientalistas han bloqueado carreteras y atacado los molinos de arroz? Si lo hicieran, algún ingenioso publicista nos amenazaría con quedarnos sin el sabrosísimo e indispensable arroz con pato.
Nada de nada
Para aquellos izquierdistas y antiimperialistas disfrazados de ambientalistas –no todos los ambientalistas son así– no debe haber minería formal y legal en el Perú. De la ilegal que contamina y no paga impuestos, casi nunca dicen nada, y jamás hacen nada contra ella.
Pero ahora tampoco se pueden construir represas, embalses e hidroeléctricas (energía renovable y limpia). Menos aún transvasar agua de la vertiente oriental de los Andes, donde abunda y se desperdicia, a la árida y sedienta vertiente occidental, como lo muestra la anulación por este gobierno del proyecto Corina.
En una región no se puede usar el agua que proviene de otro departamento, como ocurre con Majes Siguas II entre Cusco y Arequipa. Tampoco, por supuesto, se puede explorar en la selva es busca de gas y petróleo.
En suma, nos quieren devolver a la edad de piedra. Y lo están logrando, como muestra la disminución de la producción minera.

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