sábado, 6 de noviembre de 2010


Google Street View: El Gran Hermano nos observa

sábado 6 de noviembre de 2010

Fuente original: Chile Liberal


La tecnología de Google Street View está a punto de instaurar una sociedad del panóptico

Michel Foucault, un filósofo francés, fue quien comparó la sociedad actual con el panóptico, un tipo arquitectónico de cárcel concebido por el filósofo liberal Jeremy Bentham, en el que los reos son observados por un único celador desde un punto central. Bentham consideraba necesario que los antisociales se sintiesen observados mientras cumplían su sentencia, y que el sentido de vigilancia sobre ellos lograse hacerlos recapacitar sobre sus faltas, con la esperanza de así devolveros rehabilitados a la sociedad. Foucault, genialmente, sostuvo que las la imposición de estructuras sociales jerárquicas actuales buscan normalizar a los individuos, hasta domarlos, lo que en la práctica asemeja a la sociedad  con un gran panóptico.

George Orwell, novelista británico, en su famosísimo libro 1984 nos describe una sociedad colectivista en que la tecnología se pone a disposición de quienes buscan dominar a los individuos. Muchos han notado la colectivización y alienación de los individuos en la sociedad actual a través del poder ejercido sobre nosotros con las cámaras de seguridad vigilancia. El caso más dramático es el Reino Unido, donde se contabiliza una cámara por cada 16 personas, con un gran total de 4,2 millones de cámaras, sin que se aprecie merma alguna en la disminución de los índices de delincuencia, pero el resultado ha sido nefasto: unos pocos, amparados en el poder coercitivo de la ley, vigilan a muchos. Te vigilan a ti. El Gran Hermano te observa. Sonríe.

Hacia la sociedad de la vigilancia
Ya sabemos que hay intentos por dominar la Internet. El probema comienza a ser grave cuando no sólo caminamos como sonámbulos hacia una sociedad del Gran Hermano, sino cuando ya se implanta. Una de las empresas que más admiramos, Google, ha salido con la macabra idea de fotografiar casas y calles  y ordenar esta información en sus bases de datos y ponerlas a disposición de los internautas. El resultado es la brutalidad de que la propiedad privada de los individuos ha sidio violada al fotografiar, sin permiso, sus hogares. Incluso se ha llegado a una situación tan anómala como la de recopilar datos de los propios usuarios. O sea Google, una empresa privada, fotografía tu casa sin autorización, recopila tus información personal y forma una base de datos. Esto es inaceptable.

El tema no es para la risa cuando sabemos que los vehículos que usó Google para fotografiar casas también han captado gente. ¿Qué pasa si fotografian a un familiar tuyo fallecido recientemente? Google ha respondido ante las protestas de grupos de defensa de las libertades indivduales alegando que uno puede salirse del sistema. 244.000 alemanes así lo han hecho, gracias a las leyes de protección ciudadana de aquel país (el fantasma del nazismo ha dejado a los alemanes alertas ante cualquier intromisión).

Cómo defendernos
La cuestión de fondo es que una empresa privada puede también vulnerarnos, tal como lo hace el gobierno. El caso más claro de abuso de poder es el maldito carné de identidad. Es imposible decir "no, señor burócrata, no quiero tener carné de identidad ni me lo pida, mi nombre es Perico, no le muestro mi foto". Sólo el Reino Unido e Irlanda aún mantienen una masa crítica de grupos de defensa ciudadana que jamás aceptarán el carné. Pero, por otro, estos países son los más vigilados por el Estado. Peor aún, incluso los privados pueden abusar, como lo demuestra Google Street View

En este caso, es esperable que tanto el Estado como los privados se anulen a sí mismos y dejen a los individuos en paz. El gobierno checo por ejemplo prohibió Google Street View de rompe y raja, lo que demuestra que el gobierno puede emplear el poder coercitivo de la ley para defender a los ciudadanos. A pesar de ser la República Checa un país pobre y aún empantanado en una colosal burocracia post-comunista, ha demostrado gran visión al prohibir Google Street View (el fantasma del comunismo aún pena). En realidad, ambos, burócratas y privados, pueden abusar del poder. Los ciudadanos deben siempre estar alertas para mantener el frágil equilibrio entre regulación y laissez-faire, entre gobierno y privados, entre defensa de derechos y defensa ante el gobierno (a este conjunto es lo que llamamos "política").

Lo que corresponde es que cada cual entregue su consentimiento para ser fotografiado, sea él mismo o su propiedad. Si cada uno decide —libremente— entregarle sus datos a Google Street View, ¿qué le importa al resto? Si hay mutuo acuerdo, entonces perfecto.

Si para Google es impracticable solicitar autorización previa, entonces debió desistir de esta iniciativa, por loable que pareciese. Esta empresa es un ejemplo admirable de lo que se logra en una sociedad abierta, donde un joven ruso y su amigo norteamericano pueden iniciar un emprendimiento cuyos servicios han permitido organizar la Internet y promover el traspaso de información a escala sin precedente en la historia. Pero es necesario poner límites. Si debemos recurrir a la ley, que así sea. 

Justamente, la postura filosófica de Chile Liberal es designar al gobierno y su poder para que defienda nuestros derechos, no para vulnerarnos ni para otorgarnos derechos, sino para resguardarlos incluso  contra los embistes de una empresa privada que, en teoría, como todo privado, no puede obtener algo de un consuidor sin consentimiento.

El fiasco de Google Street View demuestra la importancia de un Estado mínimo y un gobierno limitado.


Alertados sobre la presencia de las cámaras de Google, dos usuarios decidieron mostrar su anatomía posterior. La foto quedó en el sistema, pero censurada por Google

El panóptico, la cárcel perfecta de Jeremy Bentham


--------------------------------------------------------------------------------
Publicado originalmente el Miércoles, 11 April 2007 
Fuente: Versvs

Una vez me dijeron que «la cárcel es un lugar donde se hacen experimentos sociales». No todos los experimentos sociales en las cárceles son represivos (los hay integradores), pero la gran mayoría sí. ¿Por qué? Porque si una técnica de represión es aceptada bien por los reclusos y se los consigue doblegar, sin duda alguna también servirá para controlar a la gran masa de población, que es en promedio bastante más dócil y obediente que la población reclusa.

Analicemos el ejemplo de la videovigilancia. Hace ya algunas decadas que la videovigilancia se emplea en cárceles, y sólo hace unos pocos años está dando el salto al mundo civil, a las calles por las que todos nosotros paseamos. Sólo ahora que su eficacia para el control de los reclusos ya está demostrada nos las imponen en las calles. Se aplican así a las personas libres, inocentes mientras se demuestre lo contrario, técnicas de control y coacción. De este modo emplear alta tecnología (lo que en cada momento de la historia sea alta tecnología) para controlar reclusos puede parecer algo nuevo, cuando no lo es en absoluto.

En el origen de la videovigilancia moderna tenemos a Jeremy Bentham, filósofo, y el panóptico, del latín (pan-, todo; -óptico, visión), un modelo de cárcel ideado por él. Bentham es, desde mi punto de vista, el padre de la vigilancia social moderna. El panóptico de Bentham es en realidad una cárcel en la cual todo se puede vigilar desde un único punto, con la ventaja añadida de que puede hacerse sin ser visto. En una cárcel de este tipo el vigilante se sitúa en el centro del edificio y tiene acceso visual a todas las celdas, pero no puede ser visto ni oído. Las celdas están, además, separadas unas de otras. De este modo el recluso no saben en ningún momento cuándo está siendo vigilado o cuando el vigilante está en la otra parte de la plataforma vigilando a otro recluso. Podría haber varios vigilantes, podría haber sólo uno y estar durmiendo, podría no haber nadie en el puesto de vigía... el recluso no lo sabe y no tiene manera de averiguarlo.

La idea tras este diseño no es otra que la de gobernar a los reclusos con el miedo. Coetáneo de la revolución francesa, Bentham había comprendido perfectamente que las viejas formas de castigo ya no servían, y que con la nueva democracia, para evitar el crimen se perseguía no tanto castigar el delito como evitarlo; si bien la democracia pretendía evitar este crimen reinsertando al preso (esta idea persiste en la mayoría de democracias modernas y es la que hace que no haya ni pena de muerte ni cadena perpetua en el sistema penal español), y no asustándolo preventivamente como a una comadreja. Y es que en este panóptico ni siquiera hace falta que el vigilante vigile, bastaría con que los vigilados sientan que podrían ser vistos haciendo algo que no deben, bastaría la idea de mirada, aunque ésta no exista todo el tiempo, sintiéndola pesar sobre sí, para que el individuo termine por interiorizarla hasta el punto de vigilarse a sí mismo y actuar en consecuencia. La mirada, el panóptico en sí, es la idea del poder en sí mismo: poder para controlar a las personas y modificar su conducta.

Esta cárcel perfecta (reclusos que se autolimitan, reducción del número de vigilantes y por tanto de los costes de mantener la prisión) jamás llegó a construirse, a pesar de que Bentham empleó en ello una parte de su fortuna, pues para cuando estuvo ideada la corona inglesa estaba más preocupada por luchar contra Napoleón que por construir modernas prisiones. Sin embargo, desde aquel momento todas las cárceles y centros de trabajo se han construído siguiendo este modelo panóptico de vigilancia. ¿Por qué? Porque tanto en cárceles como en fábricas la idea de que «el jefe» o el «vigilante» siempre te van a ver cuando hagas algo incorrecto era útil al sistema. El miedo preventivo a que nos pillen fuera de nuestro lugar de trabajo está interioriado por todos.

Y es por eso que ahora las ciudades se convierten en panópticos, espacios de vigilancia perfecta repletos de videocámaras que nos coartan, del mismo modo que la RFID modifica nuestra conducta, y nos vigilan para devolvernos a un momento pasado de nuestra historia que no deberíamos repetir.

MÁS:
En España es creciente el rechazo a videovigilancia